Tiene el cabello lacio y muy negro, una mirada penetrante y está sentada en la entrada de un antiguo cine que hace esquina con la Gran Vía en pleno centro de Madrid. Es mediodía y cientos de turistas ya abarrotan los comercios y cafeterías de esta calle peatonal; los hombres que pasan la observan a ella y a sus compañeras paradas a lo largo de la calle. Su corta minifalda y el profundo escote de su blusa blanca dejan al descubierto su piel morena y muy poco a la imaginación, es mejor,…
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