Ciudadanos activos: trazando el futuro de México*

Me causa mucha gracia la moda que ahora tienen intelectuales, dirigentes de organizaciones de la sociedad civil e incluso políticos que quieren escucharse muy “pro” al hablar de “los políticos de siempre”. Luego del triste lugar que ocupa nuestro país en el último reporte del latinobarómetro con respecto a la confianza de la ciudadanía en sus instituciones y en la democracia, deberíamos preocuparnos. El primer paso para la llegada de un régimen autoritario es la perdida de la confianza en la democracia pues eso abre la puerta a falsos profetas y propuestas populistas (de derecha o de izquierda) para hacernos pensar que resolverán todos nuestros problemas (sobre todo económicos) si les dejamos coartar “un poquito” nuestra libertad. 

Esa es una puerta falsa (y ojo que el populismo y el autoritarismo no tienen un color fijo ni una ideología única, puede venir de cualquier frente). Si queremos que nuestro país cambie necesitamos empezar por dejar de denostar a la política. El que existan políticos corruptos, ineficaces o poco transparentes no implica que todos sean iguales ni tampoco implica que el ejercicio de la política traiga en su ADN dichos males. Deberíamos preguntarnos si denostar a la política y (¡peor aún!) a la democracia, por lo que hacen unos cuantos, le hace bien a nuestra sociedad o es un elemento más que continúa carcomiendo nuestro futuro como país libre. 

Hoy más que nunca, que el discurso de los “independientes” está tan de moda, denostar a la política y a la democracia nos hace daño, perjudica la  posibilidad que tenemos de tener personas honestas, transparentes y trabajadoras en un oficio con tan mala reputación. Si por querer ser legislador me van a catalogar de corrupto ¿qué persona encontraría en ello una motivación para acercarse? 

En la búsqueda de lograr cambios nuestro país y con ellos los intelectuales, opinadores políticamente-correctos y partidos de oposición bien-alineados, se conforman con la negociación fácil y los acuerdos que se alcanzan, insuficientes en el fondo, se justifican porque es lo que se pudo y eso, en su óptica, es mejor que nada. 

Sospecha siempre de quien te hable mal de los “politicos de siempre” ¿quiénes son esos? o de los “profesionales de la política”, ¿qué acaso no es un gran objetivo tener a verdaderos profesionales trabajando en los temas que definen el rumbo de un país? o quienes lo dicen prefieren tener a improvisados. Quizá quienes lo dicen creen que alguien, con o sin experiencia en política, es mejor que los demás por ponerse el apellido “ciudadano” o “independiente”. 

Tenemos buenos ejemplos de buenos parlamentarios en México, personas que han dedicado su vida a una profesión que les apasiona como a otros puede apasionarles la cocina ¿por qué eso tendría que ser malo en si mismo?. No entremos en el juego de denostar una de las actividades humanas más antiguas porque suena “progre” o suena “cool” o porque lo dice el intelectual de moda. el daño puede ser irreparable.

Si deseamos un sistema que funcione, donde los legisladores dejen de pasar de un partido a otro, donde los representantes de los ciudadanos rindan cuentas, donde se ejerza un control efectivo, debemos crear los incentivos para ello.  Es un círculo en el que tenemos responsabilidad tanto legisladores como ciudadanos. Sin ciudadanos activos, los políticos harán a su antojo sin rendir cuentas, y aunque haya quienes quieran rendirlas no hay nadie para escuchar. Sin incentivos, los políticos tendrán pocos incentivos para trabajar con ciudadanos apáticos y desinteresados y seguirán trabajando por y para sus partido y grupos de interés. 

Involucrarnos en política es involucrarnos en nuestro futuro y el de nuestros hijos y las generaciones que vienen. Involucrarnos es exigir que se cumplan las promesas, que se respeten los presupuestos, que se acabe la corrupción y se transparenten las cuentas. Involucrarnos es participar. La política, los políticos y sobre todo, la democracia, son elementos indispensables para construir el país que queremos pero construirlo requiere de que todos los ciudadanos nos involucremos en lo que por fuerza debe importarnos porque se trata de nuestro propio futuro. 

*Publicado originalmente en El Universal

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