*Publiqué esta entrada en mi blog de El Universal "De mundo a mundo" y en ese momento aún no se sabía el nombre del pequeño, ahora sabemos que se llamaba Aylan Kurdi, de sólo 3 años de edad. 

Dicen que una imagen dice más que mil palabras. Es cierto. No puedo expresar con palabras el sentimiento de impotencia y frustración que se agolpó en mi al ver la foto que encabezó la nota de la sección Mundo de El Universal de hace unos días.  Con los ojos aún llorosos escribo estas líneas.

Al verla vinieron a mi mente las palabras de Nelson Mandela “no puede haber una revelación más intensa del alma de una sociedad que la forma en que trata a sus niños”. Con muerte, guerra y desolación es como estamos tratando a nuestros niños. Las almas más inocentes sometidas a los caprichos adultos de ambición económica y política. 

Cada vez que un niño pasa hambre, cada vez que un pequeño tiene que enfrentar la muerte de sus seres queridos por culpa de la guerra, cada vez que un bebé aprende a llorar en silencio o a aguantar su hambre por culpa de un conflicto armado, cada vez, nuestra humanidad se degrada. He escrito sobre esto antes y me parece que debemos seguir hablándolo.

Huyendo de la guerra en Siria, Irak y Afganistán, familias enteras han salido usando casi cualquier medio para poder llegar a la seguridad que representaría vivir en cualquier país europeo. Al igual que hemos visto en el caso de la migración desde México, Centro y Sudamérica hacia Estados Unidos, aquí también muchos pequeños viajan solos, sin más compañía que otros niños igual o a veces más pequeños que ellos mismos. 

Cuatro años de bombardeos ensordecedores, cuatro años de terror, cuatro años del ruido desquiciante de metrallas, cuatro años de una loca, cruenta guerra civil que ha dejado en Siria más de 200,000 muertos. Caminos, casas, aldeas, ciudades destruidas, pero sobre todo vidas, desde los muertos y heridos hasta los más de once millones de desplazados que se han quedado sin nada más que la existencia desolada en un país en que el estruendo de las balas se ha convertido en la única melodía. 

Los niños se llevan la peor parte del conflicto. A su corta edad miles de niños sirios ya han vivido un bombardeo que nosotros solo hemos visto en las noticias o en películas. Sus pequeños ojos han presenciado la muerte de sus vecinos bajo armas de fuego o han visto volar en pedazos a miembros de su familia. Cuando la vida se pone de cabeza y lo que alguna vez fue una vida feliz, tranquila y familiar se convierte de la nada en un infierno, cada día es poco para enfrentar la realidad, especialmente si eres un niño. Una realidad que tiene a bien recordarte, con cada vuelta de tuerca, lo pequeño y frágil que eres y lo vulnerable que estás.

De acuerdo con un informe de la organización Save the Children el riesgo para los pequeños no es sólo por la guerra y armas directamente, los servicios sanitarios están prácticamente colapsado y ellos se llevan la peor parte: bebes prematuros que han muerto pues no han suministro eléctrico para las incubadoras; amputaciones de miembros por no tener equipo para tratar heridas graves o a falta de anestesia, el uso de golpes secos en la cabeza para dejar inconscientes a los pacientes. 

Cuando un pequeño muere o es mutilado en un país que no está en guerra es terrible pero hay leyes que persiguen el delito. Cuando cientos, miles o incluso decenas de miles de niños son víctimas de la violencia de una guerra o un conflicto su vulnerabilidad es tan alta y las secuelas de lo vivido los afectarán tanto que amenaza su presente y el futuro de su país. La guerra no ha terminado. Es terrible pensar que hoy, cientos de miles de pequeños se siguen preguntando si morirán esta noche.