Me quedé, con los ojos cerrados, frente a una ventana triste y silenciosa, que veía tu temporal partida sin la solidaridad de mi mirada.
Y es que duele ver tu figura, otrora gallarda y de andar decidido, hoy sigilosa, indecisa, dolorosa... Pero todo es temporal, has dicho, y retomo tus palabras para repetirlas como mantra, hora tras hora, minuto a minuto, mientras espero que el semáforo cambie de color y cuando apresuro el paso para llegar a tiempo a mi cita.
Volteo la vista…
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