Han pasado 5 días desde la elección y esa distancia permite hacer las revisiones necesarias, sin apasionamientos que nublen la razón.

 

El resultado era el esperado. De hecho, hay que reconocer que la buena campaña de la candidata de la Coalición PRI-PAN-PRD permitió que la distancia estimada en un inicio, fuera acotada y ese es un mérito sobre el que no es posible escatimar, porque – hay que decirlo – aceptar una candidatura que está destinada a perder, es aceptar la auténtica “rifa del tigre” porque además el no ser la persona que va configurándose con posibilidades de triunfo, va decantando los apoyos en el sentido contrario y también va dando lugar a las deslealtades de quienes saltan del barco, antes de que naufrague y enfrentar eso implica tener mucha templanza y firmeza de carácter.

 

Sin embargo – también debe ser dicho – los partidos de la Alianza Va por México no hicieron la tarea y la entregaron al cuarto para las doce. Para explicar esto recurriré a una de las frases que más utilizo en mis clases. Yo soy comunicóloga política y siempre doy fundamento teórico a lo que la praxis muestra. El primer estudio sobre la influencia de los medios en los procesos electorales lo hizo Paul Lazarsfeld en 1940 y sus resultados le llevaron a concluir que “las campañas se resuelven en los períodos intercampaña” y en esa tarea cotidiana de estar a ras de tierra, sí repartiendo apoyos, pero también haciendo propaganda – a la forma más antigua que uno pueda imaginarse – solo la ha hecho Morena.

 

Y si además de ello resulta que a la Alianza le cuesta un enorme trabajo ponerse de acuerdo, pues solo hay que reconocer que perdieron tiempo valioso e irrecuperable decidiendo postular a Alejandra cuando faltaba ya muy poco para iniciar la campaña, mientras que por el otro lado había una Delfina que tenía ya un posicionamiento como ex candidata en el sexenio anterior, que la había mantenido fresca en la mente de los electores potenciales mexiquenses.

 

No todo son los programas sociales. Hay cosas que se hicieron mal y es necesario señalarlas.

 

Lo político es inobjetable y sobre ello solo diré una de las frases del argot que están llenas de verdad: “un priista solo pierde ante otro priista”. Ya iremos dándole forma a la especulación sobre la ausencia de respaldos reales hacia la candidata a la que dejaron sola – también en un acto de violencia política – y que fue más bien cobijada por una clase política plural y una sociedad civil que vio en ella la esperanza de no entregarle a Morena el más grande de los bastiones estatales.

 

Porque un país pintado de güinda no es para presumirse. Revela cacicazgo, falta de pluralidad, pobreza económica e intelectual, podredumbre del sistema político. Las democracias son plurales Y ningún sistema hegemónico puede llamarse democrático ni en el pasado priista, ni en el presente morenista.

 

No me aparto de quienes consideran que lo bueno del caso es que ganó una mujer y que se puso fin al símbolo tricolor en una entidad que no había tenido alternancia, hasta hoy. Pero esas dos verdades, son relativas.

 

De nada nos sirve a las mujeres que llegue al poder una que ni ella, ni su partido, ni su jefe máximo tienen compromiso y agenda con las mujeres, sino todo lo contrario. Nunca habíamos retrocedido tanto en avances logrados, como en lo que va de este sexenio federal y hay entidades gobernadas por Morena – como Veracruz – en donde vivimos un auténtico infiernito, así que poca expectativa provoca para la causa feminista, que la señora haya ganado.

 

Una y cien veces hay que decir: “cuerpo de mujer no garantiza conciencia de género”, así que no, este techo de cristal que ha sido roto no es un triunfo que particularmente nos augure avance en la agenda de las mujeres. Y aunque me genera dudas suponer si de haber ganado Alejandra si hubiera habido un avance con la agenda feminista, el que cerca de ella y con ella haya habido mujeres de un feminismo sumamente respetable y comprometido, me permitía suponer que con ella sí habría habido un mayor compromiso con nuestra agenda.

 

También a ese respecto, hace un par de días comentábamos en una mesa con expertas electorales la posibilidad de que la baja participación ciudadana en la elección del Estado de México pudiera deberse a que se trató de una contienda entre dos mujeres y que por ello no haya despertado en interés. Yo personalmente me niego a creerlo, pero la baja afluencia de votantes en una elección es siempre la peor de la derrotas.

 

Quienes de plano ya no despiertan ningún interés, son los partidos políticos. Puros lugares comunes, frases y fotos llenas de los mensajes desde un pasado prehistórico que hoy ya no comunican nada, ni emocionan, ni motivan a salir a votar. A la gente ya no le interesan los debates, solo sirvieron para victimizar a una Delfina que ya sabemos que no sabe o que dice que no sabe, pero que ese es también un gancho emocional que la vincula con un electorado que con esos rasgos se identifica. El milimétrico cuidado en mostrarla como una señora común, es directamente proporcional al cuidado en mostrar a una Alejandra siempre perfectamente peinada, con un slogan demasiado forzado y un ademán que habría que medir si en la psiqué no resultó contraproducente, porque el escudo con el brazo que definía a las “valientes” pudo ser también una barrera que generó distancia.

 

Me preocupan mucho como ciudadana y como feminista todas estas lecturas en la repercusión de cada proceso en sí mismo y desde luego a la luz del proceso de 2024. Lo visto y lo vivido el domingo 4 de junio mostró lo peor y lo más bajo de la mayoría. Por cierto, muy burdo el rol de los partidos coaligados con Morena, cuya reputación pública quedó enterrada por lo que hicieron en Coahuila, que solo abona al alejamiento del electorado de un sistema de partidos cada vez más rancio. Imposible no mencionar además el papel de la campaña negra en la recta final de parte de un partido no participante, que sin decir mentiras, eligió un timming muy favorable a Morena.

 

Que Edomex sirva como ejemplo de que no basta una buena candidata si esta se define tarde, porque ese tiempo ya no se recupera. Y si la candidatura no es auténticamente acompañada y realmente respaldada por los partidos que la postulan, entonces, solo están haciendo una simulación de una alternativa que no son.

 

No acaban de darse cuenta que el reto es convencer a un electorado, que ya no les cree.

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