Hasta hace poco no podía verme desnuda frente al espejo, ya sé, subo fotos haciendo pole, lo sé. Pero hace años eso no era así.
Hoy puedo verme de cuerpo completo frente al espejo, reconocerme, tocarme, quererme.
En otros espacios y momentos he contado lo difícil que ha sido para mí la corporalidad y es que el mundo te grita que debes verte de cierta forma y esa forma “correcta, aceptable” de verme me seguía.
Hace unos días me compartieron el texto de Cuerpo completo de Bárbara Hoyo
Estoy agotada de exigirme ser más bella y menos derrotada. Estoy exhausta de pensar que mi cuerpo es tan desechable como una idea, un mal día o una mala decisión.
Un viernes decidí quedarme en casa a ver una película y comer unas papas, esa noche no fui al gym –me encantan los viernes de gym, está sólo y puedo usar todos los aparatos- todavía horas antes de empezar el “viernes de películas” me cuestionaba si iba o no, solo un ratito me decía, voy una hora nomas al cardio –y luego a comer papas, irónico-.
Estoy cansada. Al igual que Bárbara, estoy cansada de tener que pensar en cómo se veo y que mi cuerpo se vea bien por el constante dirán y a veces no son las voces exteriores es la voz interna que aprendió que debe exigirnos.
Cuando pienso en mi yo adolescente, pienso en la chica de 14 años encontrándose sus caderas y escondiéndolas, pienso en ella y le digo que todo estará bien, ese cuerpo que en ese momento no nos gustaba y que nos parecía incomodo, incomprendido y poco útil un día nos parecerá lo mejor.
Nos abrazó, todo estará bien.
Me pienso a lo largo de los años, ocultando mi cuerpo, usando prendas amplias para que no sé vean ciertas partes, me tapaba para ir a hacer ejercicio o usaba muchas capas para que no se viera, verme al espejo era reprocharme, si no hubieras comido eso, si tan solo tuviera más tiempo para correr, si pudiera cargar más peso.
El todo está bien no significa –y no quiero que se malinterprete- que siendo fit es como encontré la felicidad, la persona que ahora se mira en el espejo ha pasado por una serie de discusiones, momentos, de reconciliarme con mi cuerpo, con la comida, con la forma en la que cada mañana me veo al espejo, con el vientre inflamado y los días hinchados. Y con los años darme cuenta que cada año será un nuevo descubrimiento, abrazar las canas, las patas de gallo, las bolsitas en los ojos, la “llantita”, las cicatrices.
Para quién hago todo eso, para mí. Amar mi cuerpo, mis curvas, el tono de mi piel, los chinos rebeldes es un acto de humildad y amor a mí misma, de reconocerme imperfecta y de saber que esa también es una decisión, que cada paso es para mí
Luchar con las voces que te dicen que debemos vernos de tal o cual forma es cansado y yo prefiero dejar de escucharlas.
Hoy puedo verme en el espejo con humildad, con misericordia y con amor, hoy si puedo.
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