Entre palabras vacías y sonrisas fingidas
vivo cada día esperando tu llamada.
Una promesa más de olvidos merecidos
según tu agenda de citas amorosas.

Tu forma irónica de hacerme creer que eres justo,
lastima mi sentir, al saberte un mentiroso.
Nada puede disfrazar lo que haces, aun fingiendo
ser sincero, cuando escondes a otras, llamándolas amigas.

Todas las lágrimas que desprendí por ti no han sido vanas
gotas saladas, sino un signo más, del dolor que me has producido.
Mi Lealtad hacia ti fue eterna, desde un primer momento y hasta
el día en que tu clara desvergüenza me hizo irme.

Te di lo que yo era: mi amor, mi dignidad y mi persona;
te di sinceridad, pero perdí tu respeto y, aun así, te quise.
Amé el reflejo que no eras y poco a poco comprendí que
tu ausencia era mi destino…

María Vitoria Campos Pérez

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