Sentado y confundido incline
mi cuerpo hacia el vacío,
me convertí por un segundo
en hombre, para sentir de sus desprecios.

Destruí el espejo
de mi propia cobardía
y, olvide por un momento,
ser la mujer a la que había lastimado.

Cure, poco a poco, las heridas,
los recuerdos y el silencio de sus besos;
mire por la ventana mi propio reflejo
y pude volver a ser mujer.

Cambie el sabor de tus labios,
recogí todos tus besos,
y, los guarde en mis recuerdos,
para no hacerme más daño.

Borre tu cama, tu cuerpo
y tu piel de mi memoria,
y camine hacia la puerta
de mi propia libertad.



María Victoria Campos Pérez

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