Durante años nos hicieron creer que debíamos competir. Que solo había un lugar en la cima.
Que el éxito era escaso…
y que otra mujer era siempre una amenaza.
Nos enseñaron a ver con sospecha a la colega brillante, a la amiga que avanzaba más rápido,
a la jefa que ponía límites,
a la compañera que sí se atrevía.
Y así, sin darnos cuenta, muchas crecimos con la idea de que ser amigas y aliadas no siempre era posible.
Pero hoy, desde otro lugar, quiero decirte algo: Sí podemos reescribir esa historia.
- Podemos pasar del juicio a la curiosidad.
- De la comparación a la inspiración.
- De competir por atención a compartir visión.
Porque cuando dejamos de vernos como rivales y comenzamos a vernos como red, algo cambia profundamente:
ya no estamos solas.
Un huddle femenino no es un club exclusivo, es un espacio seguro donde las ideas, los sueños y hasta las dudas tienen lugar. Es ese momento en el que una voz dice: “Aquí estoy. Te veo. Te escucho. Cuentas conmigo”.
Hoy quiero agradecer a las mujeres que se han acercado con intención. A las que han ofrecido una silla en la mesa.
A las que han aplaudido en silencio.
A las que han hecho red sin anunciarlo.
Este post es para ella. Para la mujer que, sin saberlo, sembró confianza cuando más la necesitabas.
Esa que te tendió la mano cuando tú solo sabías fingir que podías sola.
Y tú, ¿a quién quieres honrar hoy? Etiqueta o dedícale este mensaje. Porque juntas… siempre somos más fuertes.
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