Morena llegó como una promesa de regeneración nacional. Y por un tiempo, lo fue. Encarnó la rabia legítima contra décadas de simulación, corrupción y cinismo. Pero el poder, ese espejo implacable, no perdona a quien olvida mirarse.
Hoy, la fuerza dominante del país camina en la cornisa del exceso. Porque cuando la moral se convierte en dogma, cuando el disenso se castiga como traición y cuando el pasado se usa como…
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