Así es, vuelvo a aprovechar un momento de tranquilidad, en que estoy esperando que llegue una de mis hijas y nos sentemos a comer. De manera plena le doy a Claudia -es una de mis hijas- toda la razón, cuando me jaló las orejas, por no escribir más seguido y me recordó que la disciplina es indispensable. Bien me doy cuenta, pues me siento enmohecida, como si las palabras no vinieran con la fluidez y espontaneidad de antes.
Aún no termina septiembre, así que sigue…
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