Recuerdo que cuando tenía 16 años, mi vida era tan compleja, tan difícil y tan oscura. O al menos en mi mundo adolescente así la veía. Comencé a escribir mis primeros pensamientos en un diario, después me dedique a escribir poesía. Una poesía tierna y romántica, pero a la vez fuerte y desgarradora donde plasmaba historias de amores no correspondidos y de la incomprensión total de mi familia, de mis profesores y del mundo en general. Tenía la bendición de tener mi propia recamara y hacer de…
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