Por muchas razones es un día especial.
La primera: al abrir la cortina para saludar al nuevo día, la vista que tuve fué maravillosa. Un cielo esplendoroso, de un azul intenso -muy poco visto ya aquí en el D.F- cuajado de nubes blancas, esponjosas, como pedacitos de algodón aventados al aire; y la atmosfera se sentía clara diáfana, transparente. Por largo tiempo no pude y no quise separarme de la ventana, hasta que esta hermosura saturó mi mente, mi alma y me hizo…
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