Hay algo liberador en escribir. Me libero de mí misma, y sin embargo soy más yo. Aparto de mí la necedad de ser perfecta, la locura de postergar lo que me gusta.
Escribir me libera del miedo a las palabras y mi vida comienza a materializarse de otras maneras. Me lleno de pasado y de futuro. Escribo en el presente. Reconozco las pequeñas-grandes bellezas de mi historia, lo profundo de mis catástrofes personales y la cercanía de lo que quiero. Se acorta la distancia entre quien soy y lo que deseo hacer. Se conjuga mi realidad en varias temporalidades.
Soy palabra escrita y en acción. Soy lo que me ha nombrado y lo que está por inventarse.
Hoy, las palabras se mueven en mí como peces fuera del agua. Como colibrí sediento. Soy palabra que se mueve, que transita, que transmuta, que se crea y que duerme contenta a la sombra de tus pies tranquilos. Soy palabra que nombra la vida en femenino, que llama a un mundo poco conocido, que ya ha visto el otro lado de la luna.
Escribir le da forma a mi vida, a mi tiempo, a lo que soy y lo que sueño ser.
Foto: 4ever.eu
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