ICuando el silencio pesa más que una gritería
Hoy no vengo a hablar de líderes tóxicos ni de gritos en salas de juntas.
Hoy quiero hablar de esa violencia que no deja marcas, pero sí deja vacíos.
Porque hay oficinas que no te empujan, pero te arrinconan.
Que no te gritan, pero te apagan.
Que no te excluyen... pero te hacen invisible.
Es sutil. Es elegante. Es cotidiana.
Y muchas veces se disfraza de buena educación.
☕ Es ese saludo educado que no se detiene.
📬 Ese correo reenviado a todos... menos a ti.
👀 Esa junta donde sí te invitan, pero nunca te miran.
📈 Ese espacio donde se aplaude la productividad, pero se castiga la autenticidad.
Y lo más desgastante es que nadie lo nombra.
Porque como no se ve, no existe.
Como no duele en voz alta, no cuenta.
Pero tú lo sientes.
En la ansiedad que se instala los domingos por la noche.
En la contractura que no cede.
En la duda constante de si tú hiciste algo mal.
Yo también he estado ahí.
En espacios donde ser tú misma parecía demasiado.
Donde hablar claro era “conflictivo”, y callar era “estratégico”.
Y no, no estás exagerando.
Esto también es violencia.
Y también merece ser nombrado.
Si tú también lo has vivido,
este texto es para ti.
Porque lo que se nombra, deja de operar en silencio.
Y cuando una mujer alza la voz con dignidad… muchas otras se reconocen en ese eco.
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💛 Gracias por estar del otro lado.
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