
No todas mis mañanas comienzan con claridad.
Hay días —como hoy— en los que me pregunto si lo que hago realmente vale.
Si mis ideas son únicas.
Si no habrá alguien allá afuera que pueda explicarlo mejor, más bonito, más técnico.
A veces me duele el alma cuando siento que pierdo el foco,
que dudo de mi método, de mi voz, de mi estilo.
Y entonces aparece esa voz incómoda:
"¿Y si solo estás vendiendo humo?"
Pero después respiro…
Y me recuerdo a mí misma que no vendo humo.
Vendo vivencias.
Comparto procesos.
Acompaño desde lo que he vivido con el cuerpo, el corazón y las lágrimas.
No soy solo instructora.
Soy mujer que se ha roto y ha vuelto a elegir enseñar con estructura…
porque entendió que sanar también puede tener método.
Y estilo.
Hoy escribo esto no para tener respuestas.
Sino para recordarme —y tal vez recordarte—
que el foco también se pierde en los mejores escenarios.
Y que reencontrarlo no se trata de hacerlo todo perfecto.
Se trata de volver a tu por qué.
Yo estoy volviendo al mío.
Y por eso, sigo.
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