Fuiste ave de paso en una relación que habías elegido.
Fuiste el verdugo, el capellán del silencio y su propia condena.
Fuiste la vara que juzgó sin pruebas y castigó sin delitos cometidos.
Fuiste el hombre que se creyó el juez y condenó a la inocente.
Fuiste la bruma en un día de sol y la tormenta en un cielo sin nubes.
Fuiste el acosador de tu propia victima que nunca te hizo daño.
Fuiste quien condenó su lealtad de quererte abrazando las ideologías
políticas de otros.
Fuiste tú, quién la tiró al suelo a golpes y destruyó tu propio sueño
de tener una familia.
Fuiste tú, tu maldad, tu ignorancia y el sentirte un hombre con derecho
a golpearla…
María Victoria Campos Pérez
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