Tuve un día muy grato. Entregué una chambrita, color de rosa, a una encantadora amiga, que va a tener su primer bebé, a fines de este mes.
La llamo amiga, por que hemos creado un lazo de empatía, de afinidad, de simpatía. No nos hemos hecho confidencias de ningún tipo. Sé su nombre y su diminutivo y ella sabe el mío. Nos vemos una ó dos veces al mes y siempre nos saludamos y nos abrazamos con afecto. Probablemente ella arañará los 30 años y yo, ciertamente, araño los 90.
Al tejer, siempre disfruto al entrelazar el estambre con el sentir y con el pensar, pero en esta ocasión hubo algo más, hubo un ingrediente más en este vaivén de las agujas y las manos. Placer, ligereza -mis manos la han perdido con el paso del tiempo-, animación, gratitud.
Pues al terminar esta pequeña creación, al envolverla, al entregarla, al sentir en mi amiga su gusto y su emoción, sentí en mí, más vivamente, la gratitud, al retribuir con un grano de arena todo lo que la vida me da.
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