Cuando tenemos algún problema de salud buscamos acudir a aquellos especialistas que sabemos son destacados, no solo porque conocen muy bien su campo y tienen una trayectoria probada, sino porque se conducen con integridad.


La práctica de la medicina requiere vocación, preparación, responsabilidad y ética. Así se plasmó desde el Juramento de Hipócrates, vigente hasta nuestros días, que recoge valores que rigen a esta disciplina, dirigidos a velar por el bienestar y dignidad de quienes son los pacientes.


La falta a estos principios ocurre cuando se prioriza la obtención de beneficios particulares, sin importar la procuración de las personas a las que se auxilia. Esto sucede, por ejemplo, cuando se realizan procedimientos innecesarios; se elevan costos injustificadamente; se procede con negligencia; se rompe la confidencialidad; se altera el consentimiento informado; entre otras irregularidades.


Según el acuerdo de 2017 sobre las acciones a emprender en el ámbito médico para la seguridad en la atención del Consejo de Salubridad General, en México, se estima que el 8% de quienes están hospitalizados sufre algún daño, y el 2% muere a causa de incidentes, de los cuales, el 62% son prevenibles.


En respuesta a este problema, en el documento citado se establecen estrategias dirigidas a los responsables sanitarios públicos para que provean una asistencia de calidad, confiable, accesible y, por tanto, acorde a una conducción recta.


Estas directrices comprenden, entre otros puntos, la debida identificación de quienes tienen alguna enfermedad; la permanente comunicación abierta y oportuna con ellos; el control del almacenamiento, prescripción y administración de medicamentos; la adecuada disposición de lugares, procesos y equipos; la prevención de riesgos; y la promoción de una mejora continua.


Una de las labores clave para que las instituciones clínicas brinden y optimicen sus servicios, es la conformación y conservación de los expedientes de sus usuarios, en donde constan sus datos personales; sus análisis y estudios; y los registros históricos de su condición física y psicológica; pues, sin estos elementos no sería posible evaluar su situación, ni definir el tipo de intervención a seguir.


Por la sensibilidad de dicha información, su intimidad debe asegurarse, para lo cual, es esencial que el personal sea íntegro; que se adopten medidas de resguardo; que se recopile lo indispensable; que se avise del uso que se le dará a lo recabado; que se evite su divulgación, salvo que exista autorización, o que ésta pueda hacerse de forma disociada o anonimizada; de lo contrario, puede haber discriminación o violaciones a los derechos.


A propósito de los días 17 y 18 de septiembre, de la Seguridad del Paciente y de la Ética Médica, recordemos lo que decía el doctor canadiense William Osler, al señalar que ésta es la única profesión “que, en todas partes, sigue los mismos métodos, actúa con los mismos objetivos y busca los mismos fines”; y éstos solo pueden referirse a proteger todo aspecto de la vida humana, incluida nuestra privacidad.


Fuente:


"Ética médica en el cuidado de nuestra privacidad", La Silla Rota, el 21 de septiembre de 2023, disponible en: https://lasillarota.com/opinion/columnas/2023/9/21/etica-medica-en-...

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