No sé si el título refleja del todo lo que quiero escribir hoy, pero se acerca.

Llevo días con una profunda inquietud respecto a distintas cosas, algunas tienen que ver con mi vida, otras con el país, otras con el mundo. Siempre he sido inquieta y por alguna razón, he encontrado la manera de acceder a información diversa y relevante, inclusive sin internet. Esto lo digo, querida lectora, querido lector, porque si me estás leyendo y eres de la generacióno pre-internet, comprenderás el significado. Para quienes no están ubicados aquí, esto sonará extraño. Si, hubo una época (de hecho la mayor parte de la historia de la humanidad) en que no teníamos acceso a la información que queríamos con sólo oprimir un botón. 

Hoy, el mar de información en el que podemos sumergirnos de manera cotidiana es apabullante. Puedes encontrar información sobre absolutamente todos los temas que quieras y eso es una maravilla, pero también tiene un lado no tan luminoso. Están por un lado las fake news o noticias falsas y por otro información que no miente, pero que tampoco es certera o resulta confusa e inverosímil en algunos casos. Hay que sumar el hecho de que toda la información aparece con el mismo nivel de relevancia y nos compete a nosotras como consumidoras y usuarias, discernir su valor y trascendencia.  Suena fácil, no lo es tanto.

En este contexto me encuentro sumergida en un mundo de información que toca todos los aspectos de mi vida:  situaciones personales que tienen que ver con la salud y las finanzas se cruzan con decisiones gubernamentales que puede afectar los ahorros y la proyección a futuro de tu vida de la mano con acontecimientos internacionales como la ciberseguridad que se viven desde la pantalla de tu computadora o celular y que generan emociones en tu vida, afectan tu estado de ánimo y te hacen tomar decisiones.

No puedes mantenerte al margen de la información, pero meterte a ella sin un salvavidas puede ser no sólo desolador, sino profundamente tóxico y negativo. ¿Y ese salvavidas en dónde se encuentra?  Ese es justamente el quid del asunto.  Lo llevamos por dentro, e implica, paradójicamente, desconectarse y ponerle límites a nuestro yo digital, establecer prioridades de vida que puedan trasladarse al ámbito digital para buscar información relevante para nuestros objetivos y desechar aquella que puede sonar interesante pero que nos quita tiempo, no aporta a nuestra vida ni a lo que podemos hacer y que nos roba energía porque genera angustia, nos incluye en una conversación que no es necesariamente la que queremos tener  y que nos conduce a estados de ánimo que tampoco son del todo constructivos.  

Para nadie es sorpresa que el amarillismo vende mucho y que las conversaciones en las redes sociales se han convertido en monólogos de insultos y confrontación que destruyen el buen ánimo hasta de un monje.  Señala la última encuesta de la Asociación de Internet en México que pasamos 3 horas al día en promedio navegando en las redes sociales. ¡3 horas! pero no tenemos tiempo para leer un buen libro, ir a tomar un café con nuestros amigos y amigas ni para dedicar al trabajo voluntario de una asociación a la que podríamos apoyar  o para iniciar un negocio o proyecto que tenemos en mente. Sin embargo, si tenemos 3 horas diarias para llenarnos de información que no siempre nos importa, para observar las vidas perfectas de las demás personas en internet y para criticar, reírnos o reenviar memes.  ¿Esa es la información que queremos en nuestras vidas y a partir de la cual vamos a decidir, construir una mejor convivencia, ser mejores ciudadanas/os y darle forma al mañana?

Por ello decía al inicio de este post que no estaba muy segura de que el título reflejase el contenido de lo que iba a escribir. No tengo una respuesta precisa, pero si una visión general del mapa informativo digital en el que estamos navegando, sus efectos en nuestro estado emocional y en las posibles repercusiones en nuestras decisiones.

Si nos preocupamos por lo que comemos, pienso que deberíamos preocuparnos de la misma forma por la buena calidad de la información que consumios, revisamos y a partir de la cual nutrimos nuestra mente todos los días.

¿Ustedes qué piensan?

Déjenme sus comentarios aquí abajo para conversarlo.

Saludos y que tengan un gran día.

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Texto publicado originalmente en Conversaciones de Café el 30 de mayo del 2019. 

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