Nos enseñaron que ser líder era estar siempre fuerte, segura, perfecta. Que no había lugar para la duda, el cansancio o la vulnerabilidad.
Pero el liderazgo real no se sostiene desde la máscara de perfección, sino desde la autenticidad.
Una líder también se equivoca, también necesita apoyo, también se permite llorar.
Y lejos de restarle fuerza, eso la hace más cercana, más creíble, más poderosa.
Ser humana también es ser líder. Porque guiar con empatía, reconocer los límites, pedir ayuda y mostrar emociones es, en realidad, un acto de valentía.
🌸 Hoy elijo recordarme que no tengo que ser invencible para liderar. Solo necesito ser honesta.
Y eso… también inspira.
💬 ¿Qué parte de tu humanidad reconoces hoy como fortaleza en tu liderazgo?

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