Cuando mis hijos eran pequeños, su padre y yo disfrutábamos como niños los preparativos y las fiestas navideñas.
Los padres hacemos magia. Eso de ir a surtir el trineo entre las once de la mañana que abren las tiendas, regresar a casa a esconder todo (yo fui madre de camioneta: no se puede esconder nada ahí) y regresar rayando al kínder a la una en punto es un rally.
Un año Santa dejó su gorra olvidada en casa. Nos dejó una nota encargándonos mucho que se la guardáramos. Después de abrir los regalos por la mañana de Navidad, mis hijos encontraron la nota y pasaron media hora hurgando por todos lados hasta que encontraron el gorro tiznado en el hogar de la chimenea. ¡Claro, siendo él gordito, con todo y su magia, se habrá estrujado para caber por el tiro tan angosto, ahí lo dejó caer! Cuando los ojos de tus criaturas se pueblan de chispas al relatar la anécdota, a esta madre se le llenaban los suyos de la misma emoción.
Otro año además de la sidra y los turrones para los Reyes, papá y yo desordenamos el patio. Pelamos unos helechos, volteamos la tina con agua y poco faltó para que consiguiéramos una caca grande de vaca (por lo menos) para dejar indicios indiscutibles de la presencia de los Magos en casa.
Mi nena, que tendría cuatro años, no podía creer que el elefante, el caballo y el camello hubieran estado unos minutos a dos metros de su ventana sin que ella hubiera escuchado el ruido, porque tanto estropicio… pues no habría sucedido en silencio.
Los hijos crecieron. Las fiestas se convirtieron en maratones de otro tipo. A cenar, comer o brindar con cuanto grupo de amigos teníamos, a reciclar pastel de frutas, a conseguir un montón de regalitos; “un detalle”… que seguramente eran reciclados como el “fruit cake” durante la misma temporada. Cocinar banquetes, adornar la casa. ¡Uf! Para la Nochebuena una ya tenía el chongo ladeado de tanto contento forzado. Me convertí en Scrooge.
Por años me negué a salir a comprar cosas a lo tarugo: dejé de hacer regalos.
Dejé de hacer adornos nuevos para el arbolito. Incluso, dejé de reponer los que se rompían y ponía el árbol con mucha flojera.
Desarrollé un trastorno muy molesto: los villancicos berreados me paraban los pelos de punta, cantar posada me sacaba ronchas y las piñatas me ponían triste.
Sabrá Dios qué me está pasando porque ahora estoy contenta con la Navidad. El jueves me largué de compras; batallé, pero disfruté mucho encontrar algo hermoso para cada uno de mis hijos.
Me emociona que la cena de Nochebuena sea en mi depa. Vendrán mis padres, mi hermana que vive por estas latitudes y mis hijos amados.
¡Hoy decoré mi casa! Sin árbol porque está en la bodega y no cabe, pero puse la corona en la puerta, la bota bordada, y unos cuantos monos de tela navideños. Apenas una alusión minimalista discreta y muy de mi gusto.
La piñata de ayer me divirtió mucho. Nada de guayabas y tejocotes despanzurrados. En vez, pelotitas de colores con números para subastar un montón de regalos sorpresa. Me gané un corset de satín rosa mexicano y una tanga a juego… que ni en Sex Shop de la Lagunilla se consiguen. Ya no cargo peregrinos en ningún lado, cuando pido posada realmente que quedo a dormir y veo solo a las amigas que realmente quiero (esas que vi antier y veré la semana entrante).
Lo que todavía me cuesta mucho trabajo son los villancicos. Pero bueno: tal vez el año entrante se conviertan en ruido blanco. Lo dicho: mi Scrooge languidece. ¡Felices fiestas para todas!
Comentario
Ay flaquita adorada: No se si se ha hecho presente una plaga que está extinguiendo al pobre y querido Scrooge. Por más que lo busco no puedo encontrarlo tan fuerte y lleno de vida como los otros años y mira tu que han sido muchos en los que me ha acompañado. ¿será acaso que es de las especies en peligro de extinción? Habrá que recurrir a los de Greenpiiiiiiss para ponerlos al tanto para que inicien su campaña de protección contra la extinción de Scrooge.
Un abrazo enorme para estos y todos los días
Jajajaja, querida Flaca. Pues parece que a mi me está sucediendo algo parecido. No estoy muerta de la emoción con los festejos ni mucho menos... pero tengo ganas de los aromas y los sabores navideños.
Un beso grande.
Hola Scrooge ó mejor dicho lo que queda de él: cómo me gusta leerte!. Quisiera, como tú, revivir un poco el gusto de poner en mi casa un toque ligero de color por estas fiestas. Ya llegará!!. Un beso y felicidades en este Diciembre y un muy buen Año 2014.
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