Acabo de ver Prima Facie, basada en la obra de teatro de la australiana Suzie Miller e interpretada en México por la artista Regina Blandón. Debo decir que a partir de este momento me he convertido en su fan absoluta.  La interpretación que hace de Tessa Ensler, abogada litigante y  protagonista, es magistral y la fuerza no sólo del personaje sino del mensaje no podría haberse transmitido con mayor impacto. Los monólogos son difíciles; éste es, simplemente, perfecto.

No soy crítica de teatro ni pretendo serlo. Soy simplemente una mujer que vive en un mundo en el que 1 de cada 3 mujeres ha vivido violencia sexual y/o abuso, y que es nacional de un país en el que cada día se asesina a 11 mujeres por el simple hecho de serlo. Sí, en el país de 11 feminicidios diarios: México. 

El mensaje central de la obra es claro: el sistema de justicia, no importa el marco legal en el que se fundamente  (Common Law o el Derecho Civil) no está diseñado para proteger a las víctimas de abuso sexual de un proceso de revictimización una vez que se atreven a denunciar. La obra se inscribe en el marco legal del Reino Unido, pero sin importar las variables procedimentales, el trato que se le da a la víctima es idéntico al que se le da a las víctimas en México y en otros países con un marco jurídico distinto.

Los puntos de partida son idénticos:

La víctima es cuestionada. ¿Está segura de que sucedió así? ¿No dio usted pie a ello? ¿Segura que dijo que no quería? ¿Se dio a entender? ¿Cómo iba vestida? ¿Cuántas copas bebió? ¿Si ya había tenido relaciones sexuales con él, por qué esto fue una violación?

Las personas que atienden los casos al levantar la denuncia en la policía o los ministerios públicos (dependiendo el país) no tienen perspectiva de género y muchas veces ni capacitación para atenderlos adecuadamente. Se piensa que las mujeres son más sensibles en estos casos, al menos a las víctimas les dan más confianza, pero sin la preparación adecuada la revictimización persiste.

Ante las muchas caras de la violencia que a veces es sutil y otra no, pero que no deja de ser violencia, el proceso mediante el cual se exige a las víctimas demostrar, explicar, detallar, repetir una y otra vez lo vivido ante distintas instancias por un período largo (los procesos pueden llevar años) no sólo revictimiza a las personas, las hace revivir el trauma una y otra y otra vez. El daño que viven no es sólo físico, es psicológico y emocional ante un sistema que “a nombre de la ley y la justicia” las desacredita de manera reiterada y pone la carga sobre ellas.

No me meteré en detalle al tema, pero hay que mencionarlo: la violencia sexual en las zonas de conflicto no es un componente colateral de la guerra, es parte de la guerra misma. Hoy mil millones de personas en más de 35 países se enfrentan a situaciones de conflicto y guerra. Los delitos sexuales en las guerras no son condenados ni considerados. Después de la segunda guerra mundial, los estatutos de los Tribunales Militares Internacionales de Nuremberg y Tokio, constituidos con el fin de juzgar las atrocidades cometidas en tiempos de guerra, no reconocían explícitamente los delitos sexuales ni de género. Hoy ya se consideran crímenes de guerra y el derecho internacional -en teoría- las protege.

Volviendo a la violencia cotidiana y normalizada en zonas en las que “no hay guerra” (pero en las que evidentemente las mujeres no viven en paz), la perspectiva no es mucho mejor. En el caso mexicano, la impunidad ante la violencia sexual es de 96.1 %. Si, el 96.1 % de los casos permanecen impunes. 4 de cada 100 casos son investigados.

A nivel mundial, de acuerdo con ONU Mujeres, 736 millones de mujeres –casi una de cada tres– han sido víctimas de violencia física o sexual por parte de su pareja, de violencia sexual fuera de la pareja o de ambas al menos una vez en su vida (el 30 por ciento de las mujeres de 15 años o más).

Voltea a tu izquierda, voltea a tu derecha.

Resulta aterrador, por decir lo menos, que la mayor parte de los actos de violencia contra las mujeres son perpetrados por sus esposos, parejas actuales o previas. Más de 640 millones de mujeres de 15 años o más (el 26 % del total) han sido objeto de violencia por parte de su pareja.

Frente a estos datos no puede menos que cuestionarse a los sistemas judiciales en el mundo que revictimizan a las víctimas, perpetúan la impunidad y las dejan en condiciones de mayor vulnerabilidad. Hay que decirlo con todas sus letras, tienen una deuda histórica con las niñas y las mujeres.  Esto también tiene un nombre: violencia machista e institucional.

Ante esto es necesario también considerar los retos y desafíos que enfrentarán las mujeres, niñas y víctimas de violencia sexual en México ante la reforma al Poder Judicial. Ha llevado años impulsar que en el Poder Judicial se capacite a las personas para que los juicios y procesos sean desarrollados con perspectiva de género para evitar que las normas, prácticas y estereotipos de género pueden influir en las situaciones que se están juzgando y que afecten de manera desproporcionada a mujeres y grupos en situación de vulnerabilidad con la finalidad de garantizar sus derechos.

Si los pasos que se han dado desde hace años no han llevado a un resultado favorable aún, elegir a personas que no sólo carecen de formación legal adecuada y educación con  perspectiva de género, sino que en muchos casos tienen acusaciones y denuncias de abuso sexual, llevará a un escenario peor al  existente.

Aunque la obra Prima Facie se desarrolla en Londres, la universalidad de su propuesta es clave. Dudo que haya una sola mujer que al ver la obra no se haya identificado con el monólogo, que no haya sentido en carne propia las emociones que Regina Blandón transmite y que no vea en Tessa una parte de sí misma.

No sólo la vergüenza tiene que cambiar de bando, también lo tienen que hacer los sistemas judiciales y de atención a las víctimas para evitar que la violencia machista e institucional sea la que siga definiendo no sólo el trato, sino el desenlace de las denuncias y siga protegiendo a los violentadores.

Publicado originalmente en Animal Político el 6 de mayo

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