Me quede recargada en la puerta de mi jacal, aun alcanzaba a ver su silueta, iba montado a caballo, pero el polvo que levantaba en su loca carrera, me lo hacía casi invisible, por un momento me sentí aliviada, de cualquier forma se tenía que enterar, pero no era el momento, yo se lo hubiera contado todo, solo había que esperar un par de días ya lo había planeado, sería en la feria del pueblo, cuando el baile hubiera terminado y él se encontrara muy animado, seguro lo entendería me decía a mi misma.

No pensé que me fuera doler de esa manera, tome un par de leños y los coloque en la lumbre, acomode la cobija que doblada cubría la tierra, me hinque sobre ella  y avive el fuego, tome la masa, y seguí echando tortillas como cuando él llegó.

Entre el fuego de las llamas que chispeantes salían del comal recordé como lo había conocido, fue hace un año, por estas fechas , yo había ido a la feria con mi Amá dábamos vueltas y vueltas en la plazuela mirando  los juegos, mientras mi hermana llevaba a los chiquillos a los caballitos y los juegos de niños, nosotras nos sentamos para ver como las chamacas vestidas con sus mejores enaguas y blusas bordadas a mano bailaban al rededor del quiosco, los muchachos flores en mano esperaban para ver pasar a la muchacha que les gustaba y se las ofrecían, si ellas aceptaban entonces pues ya eran novios, y si no, el muchacho se iba triste con todo y sus flores en la mano, en eso me entretenía, bien recuerdo que cuando me pare tropecé con él, no sé si iba a dejar las flores a alguna fulana o regresaba acongojado, pero chocamos y las flores toditas rodaron por el suelo, me agarré las enaguas para que el pudiera recogerlas, ahí fue que nos miramos, se veía muy alto, vestía pantalón vaquero y camisa a cuadros, moreno y con sombrero, mas bien algo flaco, yo me sentí chiquita pos ya parada nomas le llegaba al hombro, sus ojos verdes parecían canicas que a la luz de los faroles brillaban como estrellas, me quede muda, y él sonrojado y con sobrero en mano nomas me dijo “usted perdone”.

Llego mi hermana, y me pregunto Entre risitas maliciosas,- ¿quién es ese?- , me hice la desentendida,  caminamos rumbo a la Iglesia ya era hora de la misa, la iglesia estaba toda adornada con flores, la banda de viento del pueblo tocaba mil acordes, cercanos a las puertas estaban los elotes, había también tamales de múltiples sabores, “que rico huele el pan recién hecho”.

Ya en la Iglesia, el padre empezó la misa, entre oración y oración yo miraba con disimulo, quería ver si el altote ese, nuevamente se me aparecía. Y mientras lo hacía le rezaba a Dios me quitara la tentación.

Teníamos que regresar  ya era de noche y no había mucha luz, para llegar a nuestro jacal, había que caminar por un lugar muy oscuro a donde decían que salía un ánima a espantar,

Caminamos por en medio de la calle, las piedras se le metían de repente a mis huaraches, entonces me paraba a sacudirlos para seguir en nuestro rápido andar, pasamos a orillas del río yo me persignaba y pensaba ojalá y no  nos salga la “llorona”. Ya entrada la noche llegamos al jacal, íbamos todos cansados y con la cara empanizada, me fui al pozo y eche agua en una vasija y ahí entre las milpas  me di un baño  de agua fría.

No sé cuánto tiempo había pasado, pero ya hasta se me había olvidado, fue el día del mercado, escuche un “buenos días” ¡ay me desmayo! que era aquel fulano, ¿le ayudo con su canasta? me decía, y yo muda no contestaba, apresure mi paso y compre lo necesario,  el flaquito solo me seguía sin decir una palabra, ni cuenta me di cuando dejo de seguirme, solo  se fue sin despedirse.

Así me lo hallaba a cada rato, ya fuera en el pan, o cuando salía al mercado, también en misa llegue a encontrarlo, solo me saludaba y a mí las palabras no me salían, fueron muchas las veces que me quede con las ganas de corresponder a su saludo, siguió pasando el tiempo hasta que un día, me detuvo ya fuera del pueblo, el viento me cerraba los ojos no podía verlo, bajo la cabeza y me cubrió con su sombreo , abrí los ojos y muy despacito me dijo, -¡Me llamo Joaquín y quiero casarme contigo!-.

Corrí, corrí lo mas rápido que pude, llegue a mi jacal, cerré la puerta con un palo, no fuera que llegara y se quisiera meter a la  “juerza”.

Pasaron los días y yo ya no quería ni salir al pueblo, ahora iba mi Amá o alguna de mis hermanas, no lo quería ver, no quería decirle que sí quería casarme con él, pero que no podía.

Y hoy en la mañana que me llega de sorpresa, yo estaba en el comal cuando se abrió la puerta, - ¡Micaila! Gritó, vine por tu respuesta; al escuchar tal ruido los perros ladraban fuertemente y un niño pequeño se levantó del petate llorando, voltee a mirarlo y le dije “Por eso no me caso contigo Joaquín” él salió y montado a caballo huyo, no me dejo explicarle que ese niño era de mi hermana, y que lo había abandonado.   

 

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