Nacido en Sudáfrica, en 1918, Rolihlahla Dalibhunga Mandela, experimentó en carne propia, desde muy pequeño, las injusticias y la discriminación que la segregación británica trajo consigo a la población afrodescendiente en su país; pues a pesar de representar una mayoría considerable, sus derechos y libertades estaban limitados e, incluso, les eran negados, solo por el color de su piel.
Desde que Mandela cursaba la educación primaria, le fue arrebatada su identidad; pues su maestra, siguiendo la práctica de entonces de cambiar los nombres africanos por ingleses, dado que las personas de tez blanca no sabían pronunciarlos, ni tenían interés de intentarlo, lo llamó “Nelson”, mismo que le identificaría durante su vida.
Madiba, como se le conociera por su clan de origen, padeció una de las etapas de mayor tensión racial, cuando el gobierno sudafricano en turno instauró, formalmente, en 1948, el sistema de separación denominado apartheid.
Esta política, vigente por más de 40 años hasta 1990, marginó por completo a quienes eran de raza negra, obligándolos a habitar en zonas separadas; prohibiendo las relaciones interraciales; nulificando su voto; limitando su acceso a hospitales, escuelas y transporte públicos; entre otras muchas restricciones.
A causa de los abusos que adoleció, y consciente del valor de la no violencia como principio para combatir la exclusión impuesta por tal régimen opresor, encabezó un movimiento de emancipación llamado “desobediencia civil”, cuyos actos de resistencia pacífica lo llevaron a estar 27 años en prisión.
Cuatro años después de su liberación, Mandela resultó electo presidente en 1994; y a pesar de todas las violaciones sufridas, lejos de buscar revancha, adoptó un gobierno de unidad nacional y reconstrucción colectiva para sanar décadas de dolor y racismo, dirigiendo una de las transformaciones políticas más importantes en la historia de la humanidad.
Teniendo como ideales la cohesión e igualdad, puso en marcha una serie de acciones de cambio en beneficio de diversos sectores y para la atención de problemas complejos, como la pobreza; el combate al VIH y al sida; la educación rural; el apoyo a la ciencia, la tecnología y el deporte; en materia de equidad de género; a la par, de una importante labor humanitaria.
Su liderazgo de paz y de puntos de encuentro es un ejemplo sobre cómo transitar de una nación dividida a una unificada, a pesar de las diferencias; sumando voluntades; priorizando la tolerancia y el diálogo sobre la confrontación; y construyendo entornos de convivencia, anteponiendo el bien común.
Por ello, a propósito del 18 de julio, Día Internacional de Nelson Mandela, en tiempos de polarización social, vale la pena reflexionar e interiorizar sobre su legado conciliador en todos los ámbitos, como base esencial para constituir, como él decía, “una sociedad democrática y libre, en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades”, y ese pensamiento, sin duda, es un anhelo compartido en todo nuestro país.
Fuente:
"Mandela: liderazgo de paz y encuentro", La Silla Rota, a 20 de junio de 2023, disponible en: https://lasillarota.com/opinion/columnas/2023/7/20/mandela-liderazg...
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