En estos días es difícil escribir algo diferente al caso de #Ayotzinapa. Mis muros de Facebook, Twitter y ahora cada vez más el de Instagram están llenos de contenido sobre el tema. La verdad no es para menos, como escribí en el pasado post, es un tema que duele, y duele mucho. No sé si lo han pensando.. pero con todo este tema de dolor, indignación y frustración colectiva, empiezo a extrañar a México.
Extraño la alegría de los mexicanos. Extraño los comentarios de sorpresa sobre lo adelantado que están las tiendas con cosas de Navidad. Extraño ver en Facebook fotos de fiestas, reuniones, actividades en las oficinas, comidas familiares o con amigos... Para esta época del año ya era normal ver planes de viajes de fin de año, preparaciones para las posadas, colores, música y más magia. Extraño las conversaciones divertidas en los encuentros con amigos, extraño las risas, las bromas y la buena música en la oficina, en las reuniones o hasta en lugares públicos con gente que no conozco. México: te extraño. Hoy nuestro país es gris, y es un gris oscuro. Porque si no hablamos de Guerrero, hablamos de la Casa Blanca (que no está precisamente en Washington), o de los aeropuertos y de las carreteras cerradas, o del paro en el Poli, de alguna otra cosa triste.
¿Qué nos pasa? Vivir fuera del país me ha enseñado muchas cosas, y una entre ellas, es que a los mexicanos nos consideran personas alegres, llenas de buena vibra, a pesar de todo. Esta es una de las tantas características que me hacen sentir orgullosamente mexicana. No hay que perder eso. Si bien nuestro país está pasando por una etapa muy difícil, no podemos dejar se hunda con nuestras actitudes. Una sonrisa, una buena obra al día, una acción de cordialidad en la calle no nos quita nada y siembra semillas de alegría y de esperanza de un escenario gris que tenemos frente a nuestros ojos.
Seguiremos contando todos los días: 1,2,3... nos faltan 43. Pero ¿por qué no seguir contando también las buenas cosas que México sigue teniendo? La época del año, además, lo facilita. Si no lo hacemos, puede que nos quedemos sin muchos más que los 43, y con un país lleno de odio y frustración social. Y justo esto es lo que debemos dejar de hacer para nunca más extrañar a México.
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