Para M y S por todo el amor contenido en su semilla

 

Cuando volví al trabajo, después de nacer Fernanda, era muy común que me preguntaran si le daba pecho y cómo le hacía si no la tenía conmigo al menos ocho horas, siempre contestaba ‘me ordeño’.

Y es verdad, desde antes que naciera la niña estuve leyendo sobre las posibilidades de continuar con la lactancia después de volver al trabajo. Para mí no había alternativa puesto que no cuento con el dinero suficiente para pasarme la vida comprando fórmula.

Con las lecturas fui aprendiendo que era lo mejor que podía hacer y que le ahorraría a la bebé muchas enfermedades si continuaba con la lactancia. Claro, estaba embarazada y pensé que todo sería muy fácil. No pude estar más equivocada.

Establecimiento de la lactancia

Para ser sincera, el establecimiento de la lactancia no fue tan difícil para mí como para otras mujeres. Mi hermanita estuvo conmigo durante los primeros intentos y fue ella quien me enseño a tener paciencia con las posturas y posiciones.

Es cierto que no fue fácil, al nacer todos los bebés necesitan aprender a succionar, pero aprendí a tener calma porque los bebés, por instinto, aprenden.

Pasados los primeros tres días mi pezón derecho estaba agrietado y sangrante, dolía mucho cada vez que la pequeña necesitaba comer y estuve a punto de dejarlo.

Otra cosa era el tamaño, yo soy una mujer grande y Fernanda era tan pequeña y escurridiza que me resultaba extremadamente cansado darle de comer en mi regazo. El punto extra es que su nacimiento fue cesárea así que los primeros días la lactancia fue todo un reto.

Durante esa primer semana fue a visitarme Mildren varias veces, ella me enseñó cuáles eran las mejores posiciones que, de acuerdo a mi tamaño y al de Fernanda, nos ayudarían a facilitar el agarre.

Una de mis favoritas fue la de balón de futbol:

También me enseñó que para que la pequeña pudiera tragar mejor, lo ideal es que su panza y la mía estuviesen pegadas:

Nos ayudó por varios días a corregir el agarre de la boca sobre el pezón y conforme pasó el tiempo estuvo asegurándose de que la producción de leche aumentaba.

También me dio el remedio para el agrietamiento: lanolina y cero ropa. La lanolina ayuda a restaurar la piel dañada y mantener el torso desnudo hace que las heridas cierren. Además estar desnuda y en contacto piel a piel con Fernanda nos ayudó a estimular más la necesidad de succión y aseguró una buena producción de leche para cuando tuviésemos que separarnos.

Muchas veces, la familia y los amigos no entienden la importancia de la intimidad durante los primeros días después del nacimiento del bebé, sin embargo todo tiene un motivo. Cuando Fernanda nació pocas personas fueron a visitarla en el primer mes y hoy es una de las cosas que más agradezco, porque eso me permitió mantenerme en pleno contacto con la pequeña todo el tiempo necesario.

Separación por trabajo

Dos semanas antes de volver a trabajar volví a consultar con Mildren, esta vez sobre las opciones para conservar la leche materna por un periodo de tiempo, con miras a crear una pequeña reserva láctea para comenzar con la etapa de separación por el trabajo.

Ella me aconsejó sobre las alternativas de almacenamiento y de extracción y me dejó tomar una decisión.

Para almacenar la leche me hice de bolsas Ziploc con cierre, de esas que usan para los sándwiches y de un refrigerador con congelador (porque no tenía).

Comencé con la extracción con un tiraleche manual, la verdad es que duele mucho cuando uno empieza a usarlo y tiene que aprender a hacerlo.
Nadie explica cómo usar un tiraleche manual, nadie dice que la manera más fácil de aborrecer el aparatejo es  presionando la bomba a fondo y dejando que jale el pezón peor que ubre de vaca, nadie explica que se debe usar la bombita para simular la succión del nene, el resultado será mejor y menos doloroso.

Como yo aprendí por la mala, me pasé meses con los pezones adoloridos y deseando que Fernanda no tuviera hambre. Por eso recurrí a aprender la extracción manual, la cual se asemeja más a la ordeña; claro, los primeros días quedaba hecha un batidillo pero poco a poco fui cogiendo práctica.

Al volver a trabajar tomé mi arsenal de leche congelada y la llevé con la niñera de Fernanda, mi sorpresa fue que se terminó en menos de una semana aún intentando rellenarlo diario, aprendí que no era temprano para empezar a almacenar y que me quedaría con déficit mucho tiempo.

Otro momento difícil fue la extracción en el trabajo. Si bien tuve la ventaja de no estar sujeta a un escritorio en ese tiempo, tuve la desventaja de estar en la calle. Mi trabajo me llevaba a pasar varias horas en sitios donde no podía sacarme leche y por ello tenía que hacer maravillas para encontrar un rincón. Aguantar horas con el pecho cargado de leche no es nada agradable. En incontables ocasiones me descubrí haciendo entrevistas con la blusa del uniforme empapada de leche, obvio con el par de ojos que, frente a mí, se quedaban incrédulos. Muchas veces me descubrí diciendo para mí misma “Tan cara que está la leche y tú tirándola”.

Después encontré las fabulosas conchas recolectoras. Son como unos protectores para el pecho, pero son plásticos y huecos, permiten que el pezón entre por un orificio y, cuando la leche gotea del pecho, se queda almacenada ahí por un tiempo. Eso fue de mucha ayuda para continuar con la lactancia, me permitían recolectar al menos dos onzas cuando se encontraban en su punto máximo. Ayudan a que el pezón no esté presionado y, al salir la leche, los conductos se liberan para producir más alimento.

Hasta la fecha sigo con la ordeña, ahora en la oficina mis compañeros y mi jefe son comprensivos cuando tardo media hora en el baño, esperan pacientemente y no interrumpen.

Por la practicidad he decidido continuar con la extracción manual, es cansado pero efectivo y me ha parecido el método menos doloroso. He leído que los extractores eléctricos son la onda para sacar leche pero creo que no los probaré, al menos no ahora.

 

Recuento

Hace ya siete meses y medio que mi vida se mide en onzas, pañales sucios y siestas pero han sido maravillosos.

Incontables son las horas que he pasado y que paso tumbada de lado con la pequeña alimentándose de mí, ella levanta su mano y me pide una caricia y después ambas dormimos una siesta sabiendo que nos tenemos una a la otra.

Por la tarde, a la hora de la ordeña, entro al baño, descubro mi pecho y comienzo la extracción al ritmo de un vaivén que marcan mis caderas como si en mis brazos estuviera ella.

Cuando por fin puedo verla le cuento que al día siguiente tomará unas cuantas onzas de leche mecida, cantada o reída para ella.

Es en la experiencia de la lactancia en la que más obstinada he sido. Contra todo pronóstico negativo logramos mantener los seis meses de lactancia exclusiva sin problemas, hemos podido continuar con la lactancia y espero seguir haciéndolo.

He aprendido que, cuando se pone esfuerzo para lograr los objetivos, todo se puede conseguir y que el trabajo no se pelea con la lactancia ni con el contacto piel a piel.

La lactancia es un acto de amor que va más allá de abrirse la blusa y ofrecer el pecho, se conforma de todos los pequeños hechos diarios para lograr que la alimentación y la supervivencia del bebé sea posible, incluyendo el hecho de decidir no amamantar por cuestiones de salud o personales. Tanto la mamá que amamanta como la que da fórmula lacta porque el bebé (tanto el de mamila como el de pecho) es un lactante desde el nacimiento.

M: la lactancia y la maternidad en general no es el cuento de hadas que nos enseñan las revistas, pero es el único cuento en el que tú y tu bebé serán los protagonistas.

 

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Comentario

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Comentario de Renata Rodriguez el marzo 22, 2014 a las 9:45am

Ross, mis respetos. Lo más "sencillo" hubiera sido desistir. Al leerte recuerdo aquel tiempo en que yo amamanté a mis hijos, esa extraordinaria intimidad que sucede cuando, por media hora, se puede caer el mundo que no hay para una más que su criatura. Con la leche materna y todo este esfuerzo tuyo, estás alimentando una personalidad segura, sana y fuerte. Las quiero y me quito el sombrero, señora.

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