La literatura es como el venado, se ofrece para dar visiones.

Por Julia Cuéllar

 

Los huicholes creen que el mundo donde vivimos son las huellas de los dioses. Delante de esta peregrinación primordial iba el venado, quien jugó a dejarse atrapar, cada vez incitó a los cazadores a seguirlo. Llegando al desierto, viendo el esfuerzo de quienes lo acompañaron hasta ese lugar, el venado se convirtió en peyote para entregarse como ofrenda a sus cazadores. Aún hoy, los cazadores comen el peyote y tienen las visiones del venado para crear el mundo.

 

Como niños pequeños, en la orilla de la cama, escuchando a la madre relatar historias antes de dormir, el auditorio permaneció cautivo de la voz de Gabriela Olmos. Era la tarde del lunes 22 de febrero y la escritora recolectó varios corazones para la literatura. Como parte de la celebración de la Lengua Materna en el Instituto Lux, Olmos compartió sus experiencia como escritora, investigadora y editora de Artes de México. Su trabajo la llevó a rescatar las fiestas rituales y la tradición oral de varios pueblos indígenas.

 

“México se presenta rico a la mirada pero si profundizamos en sus historias es todavía más impresionante” dijo Gabriela Olmos. Contó que alguna vez llegó a una comunidad y al no hablar Náhuatl no supo cómo comunicarse con los adultos. De pronto vio que los niños hablaban español, siendo bilingües fueron su ruta de acceso a las lenguas indígenas. Recuerda que fue complicado y chistoso porque tuvo que entrar en la lógica del niño. A las preguntas que ella hacía, el niño respondía lo que interpretaba o lo que le parecía interesante, cabía la posibilidad de las omisiones.

 

Dentro de este recorrido por el país, además de recopilar héroes y anécdotas, aprendió sobre los objetos usados en los rituales, los significados de las fiestas y reflexionó sobre la importancia de la actividad lúdica: “Jugando nos hacemos humanos, descubrimos nuestros alcances. Los juegos son puestas en escena de lo que podríamos ser, jugando en equipo aprendemos a ganar y perder. Hay que encontrar tu lugar en el mundo a partir del juego”.

 

“Gabriela, usted debe ser alguien muy importante para su país ya que conoce estas historias” le dijeron a Olmos después de narrar los relatos del pueblo indígena que sería afectado por la industria minera canadiense que comenzaría a laborar ahí. “Es el equivalente a poner una carretera que atraviese el vaticano, es una religión y es sagrado para un grupo de personas, merecen respeto” dijo enfática. Los abogados canadienses se conmovieron porque para ellos el speaker (orador) es quien conoce las historias y por ende conoce el corazón del pueblo. El speaker nunca hará nada para traicionarlos, es el encargado de negociar el agua, la tierra, los bienes de su comunidad. Es un diplomático, no requiere ir a la universidad, necesita dominar la palabra. Por eso es sumamente importante el contador de historias, porque es quien domina la palabra. “Hay una dimensión política de los cuentos que no estamos viendo. ¿Quién puede imaginar 7 000 hectáreas? pero sí puedes imaginar a alguien buscando algo, a alguien teniendo una aventura, porque eso lo has experimentado. Las historias nos cruzan por lo humano” dijo Olmos.

 

Admite que le duele la realidad de México, siendo asesora del periódico Reforma, cuando recién asesinaron al hijo del poeta Javier Sicilia y se organizó la marcha por la paz, creyó que la nota de ocho estaría dedicado a este tema. “El país no podía ponerse peor. Lamentablemente descubrí que mi imaginación era corta”. A la mañana siguiente le sorprendió leer que la mitad de la nota era sobre 67 cuerpos hallados en una fosa. “67 cuerpos -leí- no son cuerpos, son 67 personas y esos 67 seres humanos no pueden desaparecer, los asesinaron. La gente no puede desaparecer así, pertenece a un tejido social. ¿y los 67 padres y madres de los 67 humanos desaparecidos? ¿y las 67 esposas? y ¿los 67 hijos?” Gabriela declara que lloró. Sabía que llorando no arreglaría nada así que decidió escribir el poema soñé pistolas que disparaban mariposas. “A lo mejor escribiendo tampoco resuelvo nada, pero se siente más productivo que sólo llorar. Sólo puedo contribuir poniendo una bandera por la fantasía, por la imaginación. Si puedo imaginar otros mundos, puedo imaginar cómo construirlos. La fantasía es lo que te permite arrancarte de cualquier realidad para combatir lo que sea.” declaró Gabriela.

 

A las preguntas del auditorio sobre ¿Por qué escribir?, ¿Para qué sirve la literatura?  ¿Es difícil ser escritor? respondió: “La escritura es una vida posible, es difícil, muy difícil. Necesitas dedicarte disciplinadamente a la lectura. Necesitas encontrar tiempo para leer, escribir y para ganar dinero, porque tienes que pagar renta, comida. Muchos te dirán que no estudies literatura, que no escribas, pero si escribir es lo que te hace ser tú, debes hacerlo. Recomiendo que lean Cartas a un joven poeta de Rilke. Siendo escritor tienes el privilegio de tocar el corazón de la gente, la parte difícil es ser escritor pese al mundo. Ante cada dificultad debes seguir diciendo sí quiero ser escritor, tienes que seguir decidiéndote por la escritura cada vez.”

 

Como Scheherezada que enlaza historias para mantener la vida, Gabriela Olmos nos contó una última anécdota para mantener viva la literatura en los jóvenes que la escucharon en la Biblioteca Pedro José Márquez, así como lo hace con sus lectores.

 

“Un día abro el facebook y encuentro un mensaje referente al libro Soñé, un canto contra la violencia. Ahí escribo que es una historia cualquiera para un niño cualquiera. Entonces leo en mi computadora: Gabriela, mi hijo es el niño cualquiera de tu libro. Desde que mataron a su padre perdió el habla. Le conté tu cuento y volvió a hablar.”


Tal vez la literatura se ofrenda como el venado, para darnos visiones de la realidad, de otros mundos posibles y otras formas de ser humano. Tal vez, los contadores de historias como Gabriela van enlazando corazones con el hilo de la imaginación de cada cultura sólo para descubrir que compartimos una sangre, una carne, un mundo. 

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