En pleno 2017, ciento sesenta y nueve años, es el tiempo que falta para que se alcance la igualdad económica entre hombres y mujeres, una de las variables más medibles del desequilibrio de género.
Hablando sólo de igualdad económica, sin mencionar la igualdad de los derechos de las mujeres, tal como el feminismo defiende.
En junio del 2013 en una conferencia en una de las Universidades del Estado de Hidalgo, se pretendía concientizar el seguimiento de estudios universitarios principalmente a las mujeres, debido a que cada año el número de deserción iba en aumento debido a la maternidad.
La conferencia se dirigió en mostrar los datos del INEGI, indicando que para el 2010 había 122.3 millones de personas en México y en el 2005 según los misma fuente 8.3 millones de personas contaban con un nivel profesional, dónde el 17.58% representaba al nivel profesional y técnico.
Datos no tan escalofriantes como tristes, por lo que se mostró el comportamiento de la Población Económica Activa (PEA), donde 27.2 millones representaba a hombres y 16.4 millones a mujeres.
Los datos demuestran aquí que las mujeres no son la fuerza laboral que se presume.
Sin embargo el otro lado de la moneda fue también expuesto, así que PEA desocupada se hizo notar.
¡Vaya números!
El tema sin duda daba para más discusiones, pero la conferencia se dirigió en explicar lo que los datos también decían. La mujeres trabajan casa o en microempresas familiares, en el campo, en pequeños comercios en la calle o como asistentas domésticas.
Tienen contratos sin las mínimas garantías, sueldo injustos y puede que no tengan derecho a bajas y pensión. Son 586 millones, sobre un conjunto de algo más de 1.240, según la estimación de la Organización Mundial del Trabajo (OIT)
La mayoría de las mujeres que trabaja en la economía sumergida desarrolla trabajos manufactureros en su propia casa, está limpiando la casa de alguien mas, vendiendo artículos por catálogo o en el pequeño comercio en esquina de la calle.
Las mujeres siguen siendo además las que más se ocupan de los hijos, de los ancianos, de la casa de forma no retribuida.
El homenaje a esas mujeres que pese a los datos y la realidad ruda, buscan igualdad de oportunidades, igualdad de empleo de valor e igualdad económica.
Cerrando y “festejando” el Día de la mujer , comparto un fragmento del libro de Eduardo Galeano “Los Hijos de los días”, que ha llamado mi atención para compartirles, un día como hoy.
A lo largo de la historia, varios pensadores, humanos y divinos, todos machos, se han ocupado de la mujer, por diversas razones:
Aristóteles: La mujer es un hombre incompleto.
Santo Tomás de Aquino: La mujer es un error de la naturaleza, nace de un esperma en mal estado.
Martín Lutero: Los hombres tienen hombros anchos y caderas estrechas. Están dotados de inteligencia. Las mujeres tienen hombros estrechos y caderas anchas, para tener hijos y quedarse en casa.
Francisco de Quevedo: Las gallinas ponen huevos y las mujeres, cuernos.
San Juan Damasceno: La mujeres una burra tozuda.
Arthur Schopenhauer: La mujer es un animal de pelo largo y pensamiento corto.
Dijo Yahvé a la mujer, según la Biblia: Tu marido te dominará.
Dijo Alá a Mahoma, según el Corán: Las buenas mujeres son obedientes.
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