A veinte años del Programa de Acción de la Conferencia de El Cairo en 1994 y la Plataforma de Acción de Beijing de 1995 donde se estableció que la salud y los derechos sexuales y reproductivos —incluyendo la educación sexual, el acceso a toda la gama de anticonceptivos, los servicios de salud materna y la posibilidad de tener un aborto seguro— son fundamentales para los derechos humanos y el desarrollo y no es por deprimirles, pero aún nos falta mucho por hacer.
Yo soy comunicóloga por formación, activista por elección y utópica por vocación, así comenzaré por comentar que aunque soy hija de una BRILLANTE economista como mi madre y un GRAN estadista como mi padre, a mí los números no me dicen absolutamente nada… y no me mal interpreten, pero si a mí me dicen la frase “8 de cada 10 adolescentes no utilizaron ningún método anticonceptivo durante su primera relación sexual”… yo quiero saber qué fue lo que ocasionó que Lupe (1), Rosa (2), Sara (3), María (4), Roberto (5), Juan (6), Diego (7) y Rubén (8) no utilizaran condón o alguna protección… me interesa saber que hay detrás de cada historia, la diversidad de circunstancias y la URGENTE necesidad de replantearnos una REAL educación sexual, libre de mitos e inconsistencias.
Una vez, en una conferencia a la que tuve el honor de ser invitada a dar, mencioné las palabras pene, vagina, vulva, clítoris, menstruación, prepucio, endometrio, testículos, semen y mi favorita por las reacciones que ocasiona: masturbación, les juro que de estas palabras, toditas vienen en el diccionario su significado, sin que les pongan una seña (asterisco, algo rojo, azul, morado, qué se yo) de que está mal decirlas en la calle, en el trabajo, en la Iglesia, en el salón de clase o como sobremesa un domingo familiar… sin embargo, nos han hecho creer, o bien, hemos aprendido que no las debemos decir y si por algún atrevimiento las decimos, debemos decirlas en un tono bajo y cuidando mucho no caer en vulgaridades… ¡ah, eso si! Si las vamos a decir que sea sólo con gente de confianza…¿qué es eso de andarle preguntando a alguien como amaneció del prepucio?
La sexualidad es una parte fundamental de todos/as y cada uno/a de nosotros/as, nos va a acompañar toda la vida, aunque hay algunas personas que han de pensar que la sexualidad es como el IFE, te haces acreedora a ella hasta que eres mayor de edad, usualmente limitando a la sexualidad a sólo el coito, cuando la sexualidad es un aspecto de nuestras vidas que nos acompaña a lo largo de ella, sin embargo, se ha demostrado que durante la adolescencia y la juventud son las etapas en donde tomamos las decisiones “importantes” o más trascendentales al respecto, sin que esto quiera decir que nuestra vida es “sexualmente activa” sea solamente de los 11 a los 30 años (¡no por favor, no!)
Estoy convencida que una no puede exigir lo que no conoce y uno de los más graves problemas en el mundo, es la falta de una educación sexual integral que nos permita el pleno desarrollo de esta vital parte de nuestra vida. Los derechos sexuales surgen de los derechos humanos ya establecidos y protegidos por las normas nacionales e internacionales de derechos humanos
Estos incluyen los derechos a:
• Vivir libres de coerción, discriminación y violencia relacionada con la sexualidad e identidad sexual,
• Al más alto estándar posible de salud sexual, incluyendo el derecho al acceso a servicios de salud sexual,
• Buscar, recibir y compartir información relacionada con la sexualidad,
• Educación en sexualidad,
• Respeto por la integridad corporal,
• Escoger a su pareja,
• Decidir si se es sexualmente activo o no,
• Relaciones sexuales consensuadas.
Y esos derechos deberían de ser el eje fundamental para una educación sexual si queremos asegurarnos que ésta sea integral y basada en un enfoque de derechos contribuyendo al desarrollo de competencias y empoderamiento para ejercer una sexualidad que favorezca la calidad de vida de cualquier persona.
Y todo esto no debería de ser mayor problema ya que lograr que el acceso a servicios de salud sexual y reproductiva sean dignos es una obligación de Estado, sin embargo, a veces seguimos tomando a la sexualidad como algo ahí nada más, si como un derecho pero las políticas públicas muchas veces quedan cortas en brindar las herramientas fundamentales para que las personas puedan tomar decisiones autónomas, informadas, responsables y saludables sobre este aspecto de sus vidas.
En México, un porcentaje importante de adolescentes y jóvenes inicia su vida sexual a edades tempranas. Tener acceso a educación de la sexualidad integral contribuye a posponer el momento de inicio de la vida sexual, así como a fortalecer la capacidad de prevenir embarazos no planificados e infecciones y enfermedades de transmisión sexual (ITS), incluido el VIH/Sida.
Obviamente como la feminista que soy, no puedo analizar ningún tema sin incorporar la perspectiva de género y en este tema en particular, me parece que se han enfocado los esfuerzos en una masiva “repartición de condones”, aparte, dentro de esta fallida estrategia, se ha priorizado el uso del condón masculino ante un “débil” -en presencia mediática- del condón femenino, argumentando la diferencia abismal entre los costos de uno frente al otro, sin visibilizar que el facilitar la accesibilidad del condón femenino, estaremos también previniendo las infecciones en los labios vaginales como el temido virus de papiloma humano que con el uso del condón masculino no se logra una total prevención del contagio del mismo, así como la posibilidad de erradicar la violencia de género iniciada con la necesidad de la “negociación” del uso del condón, empoderando a las mujeres a la toma de decisión al momento de una relación sexual, siendo ésta quien de forma autónoma ejerza el autocuidado.
También se nos ha olvidado mirar de forma transversal cuál ha sido la construcción de género y los modelos de sexualidad que hemos ido reproduciendo y adoptando como propios al momento de educarnos sexualmente. A veces, a quienes hacen la política pública de este país, se les olvida que no solamente nos educamos en la escuela, que dicho sea de paso, la educación sexual escolar se limita a unos MUY MAL ELABORADOS libros de texto donde simplemente se menciona “esto es el pene, si entra en la vagina y eyacula, se fecunda el óvulo y si se implanta crece un bebé”…. Y ahora tendremos que revisar que aparte de la forma obsoleta en que se intenta tratar la educación sexual, habrá que ver las faltas de ortografía que tengan estos textos, pero bueno, ese no es el punto, si no que tenemos que voltear a ver a todos los diferentes espacios desde nos educamos sexualmente…los medios de comunicación, las redes sociales, etc. Me asusta que una de las políticas públicas de este país, se ha limitado a poner máquinas de condones en los baños en las escuelas… o sea si, pero más allá de cómo se usa un condón, tenemos que poner sobre la mesa los modelos patriarcales que han delegado a las mujeres como un “objeto pasivo de procreación” y no se nos ha visibilizado como sujetas de derechos con autonomía sobre nuestros cuerpos e impulsar el empoderamiento sobre nuestras decisiones, también tenemos que involucrar a los hombres en este proceso, dejar atrás el mito de que el papel del papá (o figura paterna) es que cuando el chavito “ande de calenturiento, hay que llevarlo con una puta para que le enseñe a coger y se haga hombrecito”(sic) …tenemos que hablar también del derecho al placer, de la maravilla del goce sexual, de la necesidad de la masturbación y el autoconocimjiento y no decirles que “les van a salir pelos en las manos” (sic)-en el mejor de los casos o bien, que si las mujeres tienen relaciones sexuales antes del matrimonio ”perdieron el sello de garantía y NADIE las va a querer”(sic) sujetando su valía a un solo acto de vida y una decisión tomada la mayoría de las veces, bajo una presión de violencia sexual y chantaje patriarcal, respaldado por los mensajes de doble moral expuestos en los medios de comunicación como ese del comercial que dice que tiene la cura para las infecciones vaginales “para las niñas bien” asumiendo que aquellas que disfrutan y ejercen su sexualidad son “niñas malas”.
A este fatal panorama, le podemos sumar la muchas veces vista falta de acceso a servicios de salud con personal capacitado y/o a métodos anticonceptivos, la violencia dentro de la familia y las escasas o nulas redes de protección y aislamiento que esta violencia genera, debilitan las oportunidades que las mujeres tienen para desarrollarse y buscar su bienestar individual, familiar y social.
Por tanto, el Programa de Acción de la Conferencia de El Cairo en 1994 y la Plataforma de Acción de Beijing de 1995 deben seguir siendo uno de los compromisos mundiales prioritarios porque el impacto de esa decisión tiene una repercusión directa en la salud, la calidad de vida y el bienestar de la mujer y de toda la población.
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