El 17 de mayo se celebró el día mundial del internet, y he de decir que para mí, el uso de las TICs es fundamental para mi desarrollo y trabajo diario. Luego ya saben que no falla quien diga que no tengo vida real y que me la paso pegada al celular y al internet todo el día. Luego esas visiones tan limitaditas me desesperan, porque me imagino que esas personas que opinan eso, no han descubierto la GRAN maravilla que es el internet sobre todo para alguien que como yo, no tiene la ventaja de vivir en la capital de su país y mucho menos puede estar yendo y viniendo tantas veces como quisiera para poder hacer negociaciones, asistir a eventos, enterarse de políticas públicas, participar en foros, emitir opiniones, solicitar información, y ser tomada en cuenta en una vida democrática y política como quisiera. Esto yo lo he llamado, empoderamiento a través de las TIC´s aunque obviamente, habrá quien cuestione esta manera de trabajo.

No recuerdo ni cuándo fue la primera vez que yo tuve acceso a una computadora con red y conexión a internet…lo que si recuerdo es que era DESESPERANTE  el tiempo que tardaba en conectarse y sobre todo esos horribles zumbidos telefónicos mientras sucedía….y qué decir de las peleas cuando alguien necesitaba el teléfono y te jodía la conexión…caray, ni ha pasado tanto tiempo, pero parece increíble que hayamos cambiado tanto en tan solo unos años. ¿quién iba a pensar que iba yo a coadyuvar en resolver casos jurídicos aportando visión de género en la forma en que se debe armar una defensa a miles de kilómetros de mi casa?...Bueno, eso lo hago gracias al internet.

Me considero de esas afortunadas que han podido eliminar la brecha digital y subirse al tren de la información, crear redes y  establecer comunicación online lo cual, sin duda es una gran ventaja en mi trabajo diario como activista en Derechos Humanos y de género. Para mí, cada que tengo una duda o un asunto de defensa, es relativamente fácil en cualquier buscador localizar información de temas en específico e inclusive, en twitter es UNA maravilla el poder preguntar directamente a las personas involucradas, las dudas o posicionamientos sobre tal o cual tema. Y tengo tanto que decir sobre los cabildeos vía whatsapp, los grupos en los que se hacen cadenas sororales para poder trabajar en algún tema y así, sin importar la distancia, seguimos avanzando.

Pero también, curiosamente, esta semana me pasó que hay personas que piensan que si no lo tuiteas o no lo pones como estado en Facebook no estás haciendo algo, es parecido creo yo a cuando nos pasa que nos olvidamos de que también podemos ver a los ojos a la gente, y entonces, me declaro culpable, nos cuesta una barbaridad estar en una cena, tener el celular guardado y no responder a las notificaciones de whatsapp o de alguna otra aplicación de la que estamos muy al pendiente. Nunca debemos de perder de vista que las TICs son una herramienta fundamental, pero son eso, una herramienta. Nunca suplirá a una llamada (¿cuántas veces no hemos caído en discusiones porque leímos con un tono propio un mensaje que ni siquiera venía con la intención que imaginamos?) a una mirada y obviamente a un roce con la piel.

Si vemos las cifras y datos que se publicaron en relación a la conmemoración del día del internet de este año, podemos ver que en México aún estamos MUY atrasados en legislación y la gran mayoría de las propuestas legislativas que existen en el tema son terribles, porque considero que aún nos perdemos en esa delgadísima línea que nos implica la libertad de expresión. Pues bien, les voy a contar una experiencia que tuve hace algunos meses al respecto.

En enero, fui víctima de violencia en redes sociales, cuando una persona, escondida bajo el “anonimato” de éstas, envió una fotografía robada de mi Facebook, a una página llamada “Quemones de San Luis” en la que utilizando esa foto, en la cual  aparezco con mi ahora exnovio en un Vive Latino,  se publicara acompañada de un texto que decía así “ Quiero reconocer a un macho potosino bien plantao (sic) y bien bragao (sic), que salía con este adefecio (sic) sin importarle lo que la gente dijera, a ella la botó a la chingada luego de que se dio cuenta que con el pretexto de ser feminista conseguía y hacía lo que quería. A ella la denunciamos porque consigue viajes, comidas y hospedaje a través de nuestros impuestos. En facebook y Twitter la ubican como Arely Torres Miranda”….así, segura de que estaría protegida por el anonimato de las redes sociales, esta persona invadió mi privacidad y me difamó en complicidad de quien administraba esta página, cuyo contenido, me era totalmente ajeno hasta ese momento.

El primero en avisarme de esto, fue uno de mis mejores amigos, quien con toda calma y eligiendo muy bien las palabras, me describió el contenido de la publicación y envió las capturas de pantalla para que yo pudiera ver lo que estaba circulando en ese gran e infinito mundo del ciberespacio. En ese momento, mi cabeza dio mil vueltas tratando de entender lo que estaba sucediendo, vamos, soy una mujer del siglo pasado y ese fue mi primer ataque público en redes sociales y no tenía ni idea de lo que estaba pasando en este espacio, hasta ese momento, tan ajeno para mí como un ámbito de violencia hacia las mujeres. Entré al link en el que me dijeron que estaba la publicación y NADA me preparó para lo que estaba a punto de ver.

Era una página llena de fotografías de mujeres; mujeres que iban desde los 13 a los 50 años, algunas sin sostén, otras con bikini, algunas otras en ropa interior, otras en posturas sexualizadas y otras, totalmente vestidas, en un ambiente cotidiano y como yo, posiblemente ajenas de que sus fotografías estuvieran ahí, al alcance de cualquiera. Empecé a navegar por la página y conforme iba leyendo los textos de las fotografías, iba aumentando mi asombro: “esta mujer se llama xxxxxxx y es una puta porque le encanta mamar la verga. Su teléfono es xxxxxx”, en otra fotografía se podía leer: “esta perra es una vividora y malagradecida, su esposo se mata trabajando en estados unidos para mandarle dinero y la muy zorrita le abre las patas a cualquiera que se le ponga enfrente. A ella la pueden encontrar en xxxxxxx” y así, en ese tono eran todas las publicaciones. De los comentarios también habría mucho que decir, sin embargo, en ese momento, lo único en lo que pude pensar, fue en el grave peligro en el que estaban estas mujeres.

Después de esa primera llamada en la que se me alertaba de lo que estaba ocurriendo, recibí muchas más, muchos amigos y amigas, que, sororales como siempre, se indignaron ante el hecho así que decidí hacer público lo que estaba pasando. Como decía mi abuelita, opté por  “combatir fuego con fuego” y publiqué en Facebook y Twitter el link de mi fotografía pidiendo que la denunciaran ante Facebook para poder cerrar la página y por lo menos, por el momento, hacer algo contra esta violencia. Elegí al azar dos fotografías (de entre más de 40 que estaban en la página) y me atreví a marcar para contactar a las mujeres de las que hacía referencia dicha publicación. Efectivamente, ninguna de las dos sabía que existía esa página y que mucho menos, sus fotografías, sus nombres, sus lugares de trabajo y sus teléfonos estaban disponibles para que CUALQUIER PERSONA pudiese invadir su vida. Una de ellas, francamente asustada, me contó que el día anterior se había presentado en su centro de trabajo un hombre preguntando por ella y que al acercarse, le dijo que iba por ella, que al cabo ella “era una putita que le encantaba mamar la verga”. Yo escuchaba paralizada, como se salvó  de quien sabe qué barbaridad, al ser auxiliada por dos compañeros de su trabajo y al lograr que el hombre, quien suponemos viera la publicación en esta página  y eligió la fotografía con su nombre, huía corriendo al verse en desventaja ante esa situación.

Ahí entendí que había permanecido ajena a un fenómeno social que no sabía ni por donde comenzar a abordar, no entendía mucho de esta dinámica y sobre todo, no tenía ni idea de cómo detenerlo. Mientras hacía llamadas, tuiteaba a la policía cibernética de San Luis y recibía llamadas sororales, en Facebook, como siempre, una buena parte de la sociedad civil organizada, sobre todo en tema de Derechos Humanos, Género y No Discriminación, creaba una red, por medio de la cual, hasta la fecha, seguimos documentando, denunciando y trabajando en estos casos del llamado “ciberbullying”. En este caso en específico, ese mismo día, a las 20.30 horas, fue desactivada la página de “Quemones en San Luis” gracias a todas y cada una de las personas que se tomó un minutito para denunciar la página en Facebook…pero esto, apenas comenzaba.

“Bajar” la página era como tomar un placebo para una enfermedad crónica y muy dolorosa y  a lo mejor, de momento, nos otorgó una pequeña victoria ante este tipo de gente, pero a la larga, no hemos solucionado nada…por cada página que se elimina, aparecen dos o tres más con contenido igual o aún más violento y con la intención en hacer daño a la gente que se exhibe en ellas. Debo admitir que quedé gratamente sorprendida, cuando recibí pronta respuesta de la cuenta de Twitter de la policía cibernética del estado, quienes, con toda la disposición, tuvieron la paciencia de explicarme a detalle, ante el gran reto al  que nos estábamos enfrentando. Estuve más de 4 horas desmenuzando los motivos, las identidades, las técnicas, la tecnología, las redes, las historias, los métodos y finalmente,  escuché eso que era JUSTAMENTE lo que no quería escuchar: “No hay una legislación contundente que nos permita tener mayor margen de maniobra, es necesario hacer las reformas de ley necesarias y tener más personal capacitado y sensible a la problemática que estamos enfrentando”. Salí de ahí, aliviada en corroborar que TODO lo que hacemos en internet, deja una “huella digital” que hace que NADA sea anónimo… pero también salí consciente que esto es algo que no va a cambiar de la noche a la mañana.

Ese día sostuve cuatro reuniones más con gente especialista en temas como el bullying, redes sociales, abogados y abogadas y bueno, como feminista que soy, terminé con un profundo análisis de género, porque a pesar de que en la página había publicaciones contra hombres y mujeres, en realidad, la gran mayoría,  eran expresiones de violencia de género, sobre todo, de violencia sexual, la cual, según la definición contenida en la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia del estado de San Luis Potosí, en su artículo 3º.  se define como: cualquier acto que degrada o daña el cuerpo o la sexualidad de la víctima, o ambas, que atenta contra su libertad, dignidad, seguridad sexual e integridad física, que implica el abuso de poder y la supremacía masculina sobre la mujer, al denigrarla y concebirla como objeto.

Y aquí estamos, de frente a la violencia sexual, agrediendo a las mujeres por el ejercicio (o no) su vida sexual (el cual, es un derecho humano), por su forma de vestir o vivir su vida, por las decisiones que toman, por las personas a las que frecuentan, en resumen, por ser mujer y por existir. Habrá quien diga que entonces las mujeres debemos cuidarnos y bajo ningún motivo  tomarnos fotos que pueden ser utilizadas con estos fines, sin embargo, yo creo que no tiene que ver con las conductas de las mujeres, si no, que es un reflejo más de la misoginia y la visión patriarcal con la que se ha construido nuestra sociedad. Han pasado dos meses de este mi primer encuentro con el “ciberacoso” y debo considerarme, como siempre, muy afortunada al estar encontrando en el camino a personas sororales que han estado también trabajando el tema y han estado impulsando la urgente necesidad de que este ámbito de violencia sea visibilizado y castigado, gente que está convencida que los y las violentadoras deben de saber que su aparente anonimato no es tal y que lo que están haciendo es un delito, que estas mujeres están en peligro constante de extorsiones,  violadores/as o feminicidas y que ante todo, que este fenómeno crece día a día en nuevas y diversas páginas como “arrimones en los camiones”, “preparatorianas y sabrosas”, “quemones de colegialas” y una lista que parece no tener fin.

Y así, finalmente tengo que agradecerle a esa persona que quiso hacerme daño, porque lo único que logró fue abrirme otro campo de acción, otra utopía más por construir, porque a raíz de esto, me acerqué a una realidad que no sabía que existía y que está tan cercana a nuestra cotidianidad, que nos vulnera a tal grado, que nos puede pasar a cualquiera de nosotros/as sin siquiera darnos cuenta de ello. Nos falta mucho por avanzar, pero es fundamental no criminalizar el uso de las TIC´s, si no saber proteger nuestros derechos y empoderar el uso del internet como una herramienta maravillosa para el avance de todas las mujeres.

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