Y a veces me doy cuenta de que me faltas, de que aún con el paso de los años sigo percibiendo cada uno de tus olores bajo mi nariz, escuchando todavía el eco de tu voz que pedía vehemente que le enterrara las uñas en los pulgares de sus manos de arqueólogo.

Cuando no hay muchos presentes a los cuales aferrarse te da por mirar al pasado y  devolverle la vida a los años previos, traerlos de vuelta y acariciarlos como si fueran nuevos, para así volver a sentir algo vivo entre las entrañas, para hacerle cosquillas y devolverle el palpito al corazón otra vez dormido.
Entonces te da por recordar los tiempos de puertas entornadas y ojos cerrados, aquellos días en los que no dejabas entrar la luz del sol al alma y una noche de esas en las que brilla la luna en el piso mojado, de esas llenas de estrellas y pecados, se abren de pronto los cerrojos suaves pero certeros para dar paso a una historia que duró tres decenas de días con todo y sus noches.
De pronto encontrarte con uno y saber al instante que tu ya vivías en esa mirada incluso antes de conocerla, engancharse a los ojos ajenos recién descubiertos para bailar sin prisas al ritmo de la vida, para dejarse caer de espaldas como en un campo de hierba y flores blancas como los que salen en esos anuncios de toallas femeninas y sueños tranquilos, para así saber que por fin hallaste lo que estabas buscando.
Traer de vuelta a la memoria la imagen viva de un otro quitándote los cabellos de entre los ojos y la cara, acariciando tus mejillas, mirándote con cara de quien encuentra un tesoro al tiempo en el que dice "estas bien bonita" con todo el amor que puede caber en solo tres frases, de un otro que minutos atrás, en mitad del unos calores animales moteados de ternura, dejó escapar un "te amo" bien plantado.
Y todo es perfecto cuando tiene fecha de caducidad y limites bien establecidos, cuando ninguno de los dos dice mentiras o pelea porque sabe que eso les quitaría tiempo a sus orgasmos y a sus risas, saber que es mejor entrelazar brazos y miradas como fórmula mágica para reparar lo que se va rompiendo cada día y para inventarse caminos imaginarios e imposibles de recorrer.
Añorar las tardes en las que mirabas a un otro pasar los dedos angulosos por entre las siluetas de unas fotografías de su pasado, buscando así retener el presente, esperar la vuelta de las noches en las que llegaba Morfeo a hacer un trío entre pláticas y jadeos varios para así dar paso a mañanas con olor a café y perfumes de rosas mezclados con sudores.
Ensayar durante 30 días cada despedida ante la certeza de cada día será uno menos para el momento verdadero de decir adiós, para aprender a levantar una mano mientras se susurra un hasta nunca con cara de hasta pronto, con una risa perfecta enmarcando las palabras de despedidas sin tanto aspaviento, como si aquella no fuera a ser la última vez que lo vieras en el portal de ese edificio que les vio los amores y las raíces crecer.
Retomar la vieja manía de inventarse sonrisas ante eminentes partidas, de prever la llegada de las sensaciones de brazos vacíos en la mitad de las monotonías de una vida remendada, aguantar estoicamente la llegada de camas heladas y noches sin sueño, aceptando que hay historias de amor que nunca escriben un final entre cintas blancas sostenidas por palomas.
Saber que ese tipo de historias fueron perfectas por el simple hecho de existir, porque aún cuando desde antes de nacer estaban destinadas a morir y se las dejó crecer como la hierba mala que le aporta nutrientes a la hierba buena, como las pequeñas plantas sin nombre ni apellido que impiden que la plaga se le pegue a las rosas.

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Comentario de Martha Cisneros el mayo 19, 2015 a las 1:23pm

como siempre una lectura facinante de tu creacion literaria... "Y todo es perfecto cuando tiene fecha de caducidad y limites bien establecidos" que dificil es la permanencia verdad?

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