Y nos miramos a los ojos, como tratando de reconocernos la genética tras tantos años de ausencias, tardes de sol y manos entrelazadas.

Lloramos todas las lágrimas acumuladas por los años que nos  debíamos,  por las veces que no fuimos a comprar golosinas a la tienda de la esquina y las constantes sillas vacías en las celebraciones en las que la familia se supone debe estar junta.

Y  reclamé,  como solo hacen las malas hijas, todos esos abrazos a la salida del colegio y le hice ver a mi padre, ese ser imaginado tantas veces cuando niña, la falta que me hicieron sus nalgadas en la infancia y castigos en la adolescencia y alguno que otro reconocimiento por alguna buena nota escolar sacada al azar.

Y es que llegó a mi vida un poquito después,  cuando ya nadie podía controlarme y en los tiempos en los que los consejos de los padres equivalen a palabras en el viento,  en esos años en los que crees que las necesidades hacia los padres son niñerías.

Pasaron los años y nos manteníamos lejos, como niños hambrientos que miran pasteles en una vitrina,  con miedo de tocarnos para no rompernos,  con miedo de sacar las palabras al sol y que éstas nos acabaran de hacer daño.

Cada uno tenía su versión de la historia, la cual sacábamos solo un rato por temor a que nos hiciera ese daño que solo hacen las cosas que no se dicen.

Y una tarde de esas de lluvia y trabajo acumulado sacamos finalmente las palabras,  primero nos fuimos por las ramas, como dos guerreros veteranos que tantean el terreno, luego pusimos en la mesa cada una de las piezas de nuestra historia,  las tocamos,  las reconocimos,  armamos  ese viejo rompecabezas tantas veces postergado y solo así fuimos capaces de reconocernos en la mirada la sangre de nuestros ancestros.

Y luego un abrazo de esos largos,  que arreglan lo que se cree roto y que son como un caldito de pollo cuando estás enferma, esos brazos entrelazados que permiten escuchar los latidos de los corazones bailando finalmente en son de paz.

Solo así pudimos ver que esa historia,  nuestra historia,  no fue culpa nuestra, elegimos entonces soltar el pasado y comenzar todo de nuevo y ya no hicimos planes ni promesas solo decidimos caminar de la mano y no volvernos a soltar jamás. 

Twitter: @miss__ovarios
http://mariangel-elovario.blogspot.mx/

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