No había pensado en triste vida de un pañuelo desechable....no son únicos y siempre los encuentras en todas las tiendas, en cada rincón y hasta en el metro está el niño que los vende gritando "lleve de a dos por cinco".

Así de baratos pueden ser los amores furtivos, esos que se deshacen como algodones de azúcar al contacto con la saliva, esos que de tan apremiantes terminan por cansar, por servir y al final acabar en el cesto de la basura, húmedos y sucios cual Kleenex.
Es fácil tomarlos de su preciosa cajita adornada con diversos motivos, cada pañuelo sirve para lo mismo y jamás se le guarda en un lugar especial y su destino es siempre el mismo.
Así con los amores de un rato, donde se economiza la parte del romanceo sabroso y se optimizan los tiempos, donde el flirteo y las llamadas a media mañana se simplifican en un zarandeo en algún rincón del mundo y en el que al final todo termina con el clásico "comemos luego ¿no?"
Y cuando se pasa de ser usuari@ de Kleenex a ser uno es cuando la cosa ya no gusta mucho, ya no por falta de ganas sino por la sensación de que al final e irremediablemente acabaras en el cesto de jaleos cotidianos.
Y es que siempre vienen en una caja especial, bien adornada y con un diseño bien atractivo, en el interior, hay pañuelos con cuidados para la nariz, otros con diseños bellos en cada una de sus hojas, los hay con doble y hasta triple hoja para resistir los embates de los estornudos mocosos y húmedos del usuario enfermo o las lágrimas eternas de la Susanita maltrecha.
Así son los amores furtivos, resisten con sus triples hojas los embates de los amores húmedos y pasajeros, de los encuentros culposos que se dan dos que apenas se conocen pero que ya comparten más que una cajita bien adornada.
Y hoy en día los pañuelos vienen en diferentes presentaciones, existen los que son para llevar y guardas en tu bolsa con su practi empaque resellable dentro de tu bolsa y los sacas sólo cuando los necesitas, también están los que llevas en la guantera del coche y los que pones al lado de la cabecera de tu cama por si te da la lloradera nocturna.
Igual con los amores furtivos, están los que siempre encuentras a la mano, luego los guardas en tu bolsa y sigues con tu vida hasta que se acaban y tiras el empaque con poca pena y con mucha gloria, en el mejor de los casos, porque si no la bolsa vacía se queda ahí paseando por tu bolsa un buen rato.
También están los amores que llevas en la guantera del coche, esos que llevas a todas partes como una extensión de tí misma, esos duran más porque son pocas las horas que pasas en el vehículo, ahí no te da la lloradera y el caso de una gripa monumental es poco probable por lo que este tipo de amores duran más, pero igual son más que intrascendentes y el destino siempre es el mismo, el cesto de la basura.
Y los amores de cabecera, que como los kleenex, siempre los tienes a la mano por si llegarás a necesitarlos, nunca faltan pero irremediablemente y al final acaba sucediendo lo mismo que con los anteriores, cuando la caja se acaba la reemplazas por otra.
Los más triste del asunto es cuando tienes la habilidad y la poca discreción de hablar de amores furtivos, como si fueran pañuelos desechables, sin embargo es de esos de los que esta plagada la vida de una mujer que se ha cansado de buscar con poco éxito y mucho cansancio el pañuelo de tela y que bordado con su nombre retenga tanto los estornudos, como los mocos y las lágrimas además de todas las humedades.
@miss__ovarios 

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