Tenía el cajón lleno de cosas que a nadie le importan, piedras de río, flores secas y hasta en vello de salva sea la parte del amado y cada que abría el cajón era capaz de regresar al momento justo en el que su corazón tuvo la certeza de que esa sería quizás la última vez que dejaría de latir.

Le gustaba mirar cada recuerdo como si éste tuviera vida, como si cada objeto le devolviera un pedazo de pasado, alguno que le diera la certeza de que la felicidad, la pasión y las palabras soltadas al viento como mariposas eternas,  fueran a vivir para siempre en su corazón.

Pasaba los dedos vacíos por cada carta y fotografía, recordando el momento exacto en el que esos mismos dedos recorrieran llenos de vida, las palabras, los sudores, los olores y esos besos que por aquellos tiempos no se desvanecían y permanecían así, impávidos ante el aire,  las críticas y el tiempo.

Guardar, guardar y guardar, dolores, alegrías, tristezas, todas juntas en una bolsa más o menos bien cerrada,  evitando moverse para que no se fuera a derramar su contenido, para así también calmar la consabida tiradera de lágrimas.

Había momentos en los que pensaba que era mejor así,  conservar la bolsita de recuerdos intacta e inamovible, quizás por la certeza que tenía de que la inmovilidad conserva mejor los sentimientos en su lugar, después de todo es mejor estar estático y sin llorar que moverse un poquito y dejarse la vida en lamentaciones y nostalgias varias.

Sin embargo, la inmovilidad, principalmente aquella que es por miedo, acaba por cansar y es cuando ya no es posible quedarse petrificada por el miedo a derramar los recuerdos y la bolsa sentimental que los contiene porque a al final  de cuentas a la  menor respiración se derraman y luego se confunden y ruedan por el piso, lágrimas, historias y palabras no dichas que jamás encontraron eco en algun lugar del corazón.

Entonces debemos aprender a soltar y acomodar cada letra en su justa dimensión, cada fotografía y cada historia así, simple y llana, carente de interpretaciones subjetivas y ver las cosas sólo como sucedieron, sin la retahíla de por qués, ni la elaboración de historias que nos hagan sentir mejor, es decir, quitar la paja.

Elegir cada día aquellas cosas que podemos seguir cargando sin lastimarnos y las demás, solo soltarlas, abrir los puños cerrados, cada dedo, cada emoción , cada sentimiento y dejar volar las historias que alguna vez fueran nuestras pero que el tiempo,  la vida, los convencionalismos y la comodidad alejaron con sabiduría de nuestras manos.

Es difícil dejar ir las mariposas, los secretos y las historias,  más aún cuando se piensa que ya jamás habrá nada a que aferrarse,  pero el mundo está lleno de nuevas letras que solo esperan volver a ser escritas con unas manos vacías pero nuevas. 

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Comentario de Mariangel Calderon el marzo 4, 2014 a las 11:52am

Gracias Redes Lunarias =) Un abrazo de vuelta 

Comentario de Redes Lunarias el marzo 4, 2014 a las 10:51am

Que hermosa forma de narrar la esencia de SOLTAR...
Y para quienes lo hemos vivido, sabemos lo que se siente se siente abrir las manos y deja caer los apegos.
A veces hay dolor, pero muchas veces también hay descanso y alivio.
Porque lo nueva no puede llegar, si de lo viejo está lleno el lugar.

Abrazos Mariangel!

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