Un día decidí dejar de formar parte de ese 47 por ciento de las mujeres que en México sufre “alguna clase de violencia” por parte de sus parejas, muy probablemente me sitúo en esa proporción de 68 por ciento que padeció en su vida “alguna clase de violencia”, pero hay otra “clase de violencia” de la que nunca se habla, de la que ni siquiera existen estadísticas y la que pocos mencionan pero que al final de cada día está ahí, como una herida de esas que nunca acaban de sanar pero a las que finalmente te acostumbras.
Es esta clase de discriminación a la que se exponen las mujeres que dicen basta, las que un día se cansan de ser parte de las cifras y las estadísticas y viven, como dice la canción, “al otro lado del camino”, deciden soltar las amarras y escogen una vida independiente, dejan la casa paterna sin estar casadas, son libres y lo que es “peor”, andan sueltas, lo que en la mayoría de las ocasiones, ni hombres ni mujeres le perdonan.
Entonces un día se descubren excluidas de sus círculos de amigos “porque siguen solteronas” y ¿para qué se las invita a las cenitas de casados?, no vaya a ser que por soltera se quiera merendar a algún marido de las que “sí lograron un buen matrimonio”, como si la libertad fuera sinónimo de andar siempre a la caza.
Y somos muchas las que andamos sueltas, libres y locas, las que un día nos soltamos los cabellos y elegimos llamar las cosas por su nombre, las que dejamos maridos y jaulas de oro, las que agarramos a los hijos y decidimos criarlos solas, las que estudiamos para valernos por nosotras mismas y dejar de ser parte de esa enorme proporción de mujeres que se aguantan porque “no queda de otra”.
Las preparadas, licenciadas, ingenieras o simplemente tan piolas que alcanzan puestos laborales importantes siguen cobrando menos que ellos, pero pagan más caro sus éxitos y tampoco se les aguanta mucho porque siempre llega como balde de agua fría el “pero si tu ya te crees jefa”, aunado a que, como son “exitosas” tienen menores posibilidades de aspirar a una pareja, porque, admitámoslo, al menos en México está “penadísimo” en todos los sentidos que una mujer alcance éxito y que además tenga la “suerte” de tener a uno a su lado que no se sienta intimidado por ello.
También están esas, “las madres solteras” (ojalá algún día alguien quite ese mote, porque también es implícitamente discriminatorio), son ellas, las que no encajan con los grupos de mamitas del colegio de los hijos, no las invitan a los “cafesitos” porque no son como ellas, porque no están casadas o porque sus vástagos o vástagas, cualquiera que sea el caso, tienen ideas “raras” de libertad, justicia e independencia, también por el clásico “ah, es que tu trabajas, pobresita”.
Luego están esas “princesas” que se volvieron malvadas porque nunca llegó el príncipe que las salvara, (nótese por favor el sarcasmo), ¿salvadas de qué? de “saber cocinar, bordar y abrir la puerta para ir a jugar”, ellas abrieron la puerta pero solo para escapar de malos amores y de corazones rotos mil y un veces, solo por no poder coincidir con que “una hace todo por amor”, o con “un día vas a encontrar a tu media naranja”, porque se enteraron que ya estaban completas con o sin pareja, porque entendieron que el amor, ese que te venden en la tele, no tiene nada que ver con el “vivieron felices por siempre”.
A ellas, a las que finalmente se dieron cuenta de que “si el amor aprieta entonces no es amor” y dejaron a todos esos que les apretaron el cuerpo, el alma y la cartera y siguen buscando compartir y amar en libertad se les llama “putas”, y otra vez los motes discriminatorios, a nosotras, hasta por probar la fruta antes de comprarla también se nos juzga y lo que es peor es cuando ese “es una puta” es dicho por otra mujer, como si querer vivir una sexualidad libre y tener orgasmos a diestra y siniestra fuera un pecado, pero por amor a Dios, Jehová, Buda o el Gran Espíritu, ¿tampoco tenemos tenemos ese derecho?
No, ya no somos parte de las estadísticas, no somos ese promedio de siete mujeres que fueron asesinadas cada día entre 2013 y 2014 en México, al menos no por ahora, pero morimos un poco cada día al silenciar nuestras voces para tener un bajo perfil y no ser discriminadas por andar así, sueltas, libres y locas.
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