Supongo que lo que se acaba es la magia y no el amor, se terminan pronto las semanas de apariencias y los convencionalismos, llegan los días de pijamas con olor a días, a vida en proceso de descomposición y a escatologías compartidas.
No, no se acaba el amor, porque a veces, ya cuando se está por colocar el punto final de lo que puede ser la primera parte de una saga, se piensa en que quizás, con el tiempo, ese otro al que meses atrás mirabas con estrellas en los ojos pueda volver a dormir entre la magia de tus cobijas.
Se acaban los oídos sin prejuicios, las ganas de escuchar sin la esperanza de al final ser escuchada, entonces el cuenco se vacía y todo comienza a arder, y salen vapores añejos, palabras no dichas, mentiras piadosas y pretextos ilusos.
El amor no se termina, solo se agotan las palabras que comienzan cualquier noche de frío a andar como perdidas, como si tuvieran la premonición de que las orejas que semanas atrás le escuchaban cada fonema como si fuera un prodigio ahora le fueran ajenas, lejanas como la llegada de un convoy asequible en el metro Hidalgo, en la Ciudad de México, a las siete de la mañana.
Lo que se termina son los días sin monotonías, sin las eternas peroratas del tráfico, el clima, alguna nueva canción y los planes eternos, el amor no se acaba, lo que se desvanece es la confianza de las decisiones propias, el sentido de permanencia, ese querer no estar, pero a la vez necesitarlo como los fumadores necesitan con tristeza una dosis más de nicotina.
Desaparece la espontaneidad, se come sin hambre y se duerme sin sueño, solo quedan ecos de risas, orgasmos memorables y algunas fotos perdidas en la confusa memoria del teléfono celular, pero no, el amor no es el que se acaba, solo lo hacen las mariposas en el estómago, las chispas que salían a cada rato por el cuerpo, lo impredecible de cada momento, la novedad de una historia recién estrenada.
El amor no se acaba, solo se mete a la maleta de las cosas que otra vez no pudieron ser y cambia de rumbo, busca otros escenarios y se guarda junto con las otras viejas historias, pero no, nunca se acaba solo se transforma, vuelven las ausencias y las palabras huecas, pero no termina aún cuando lleguen los adioses implícitos y los silencios constantes, solo cambia de lugar.
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