Dicen que no hay nada peor que la incertidumbre y yo no estoy de acuerdo con esa versión, para mí, no hay nada peor que gastar la vida en lo que no te hace feliz, el ir como zombie, siguiendo las reglas ajenas y los estándares decididos por otras personas sin que tú decidas que hacer o no con tu día a día.

La mayoría de las personas tenemos la costumbre de preguntar a nuestra gente más cercana su opinión al momento de tomar alguna decisión sobre una situación particular, entonces, pasa que tenemos un montón de opiniones, sentencias y hasta advertencias sobre algo que, viéndolo fríamente, sólo tiene que ver con nuestro bienestar (o consecuente malestar) propio. Entonces, ¿para qué hacemos consenso al momento de decidir algo? Yo tengo la teoría de que lo hacemos porque no hemos aprendido a empoderar nuestras decisiones y sobre todo, nos cuesta mucho hacernos responsables de las consecuencias de éstas. Siempre, SIEMPRE es mucho más fácil “echarle la culpa” a alguien más que asumir que todo, absolutamente TODO lo que pasa, es el resultado de nuestras decisiones.

 

Se supone que nacemos libres e iguales, digo se supone porque ya andamos viendo como andamos en este país y en este mundo con las metas de igualdad y respecto a los derechos humanos, pero en el supuesto de que realmente nacemos libres e iguales, tenemos el tan traído y llevado “libre albedrío”, que des la libertad de resolución, la potestad de obrar por reflexión y elección. Esta libertad, no es otra cosa más que la toma de consciencia que en algún momento clave nos lleva a pronunciar dos monosílabos “SI” o “NO”. Independientemente de la programación biológica o cultural, póngale las flores, adornos y colores que quiera, al final del día, todo, TODO absolutamente se resume a estas dos palabras.

 

Siempre que hablo de libertad, no falta quién me diga –con tono “moralino” la mayoría de las veces- que una cosa es la libertad y otra muy distinta el libertinaje, y que ahí si, ya no se puede. Bueno, la libertad se educa y para educarla, hay autores y autoras que hacen referencia a 4 valores básicos: a) la justicia para actuar conforme a mi naturaleza y sin dañar a las demás personas b) la fortaleza, que es la energía interior que me permita mantenerme firme en mis metas y lograr mis objetivos c) el autogobierno, que es aquello que me ayudará a regular el placer y controlar mis impulsos para tomar decisiones con el cerebro y no las tripas diría mi mamá y por último d) la prudencia, que es a la que yo llegué muy tarde cuando la repartieron y que es aquello que nos indicará cómo y cuando actuar, en función de la justicia.

 

Creo que también esto tiene que ver con el miedo a la libertad, con el miedo a ser felices, con el miedo a equivocarnos, con el miedo a vivir. El miedo puede ser un arma de dos filos, o nos paraliza y nos impide hacer cualquier cosa o bien, puede ser el motor que nos impulse a intentar eso que nos causa miedo. La toma de decisiones tiene que ver con vencer el miedo. Finalmente no venimos al mundo a otra cosa que a ser unas personas felices y plenas. Nos han hecho creer que la felicidad radica en la estabilidad y nos han convencido que el caos nos da inestabilidad. A mis treinta y tantos he aprendido a no temerle al caos, a entender que estas inestabilidades sólo me dan la oportunidad a reinventarme y los resultados han sido, por lo menos para mí, muy satisfactorios. He aprendido que se vale empezar de cero las veces que sean necesarias, siempre y cuando, esos comienzos me acerquen cada vez más a la felicidad, a esa felicidad que se ha ido despegando de las expectativas de las demás personas sobre mí, a esa felicidad que he elegido para mí, que es congruente con mi vivir y sentir y que si, a lo mejor no es lo que mucha gente que me rodea hubiera deseado para mi, pero el día de hoy asumo las consecuencias del ejercicio de la libertad y de la búsqueda de mi felicidad.

Y eso si, si me equivoco, ahora, justo ahora, ya no me dará miedo comenzar de cero…las veces que sean necesarias.

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Comentario de Azul Paloma Rodríguez Aguilar el diciembre 7, 2014 a las 7:54pm
Arely, te felicito, al leerte me leo a mi misma también, en las veces que me he equivocado y he comenzado de nuevo, diría yo, ya no desde cero, pues cada error en mi caminar es aprendizaje puro. Al leerte reconozco mi capacidad asombrosa de decir sí o no de manera responsable. saludos. Azul Paloma

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