Julio ha sido un mes lleno de fuerza. No sólo porque muchas levantamos la voz con más claridad, sino porque nos dimos permiso de decir lo que a veces se queda atrapado: el cansancio, el miedo, el deseo, la memoria, el cuerpo que cambia, la vida que duele, lo que ya no queremos callar.

Dijimos: hagamos ruido del bueno. ¡Y lo hicimos!

Hoy queremos hablarte de de algo más profundo que el ruido. Queremos hablarte del eco.

Porque el ruido se escucha fuerte… pero el eco permanece. El eco aparece cuando lo que alguien dijo resuena en otra. Cuando algo que leíste se queda contigo durante el día. Cuando un texto toca una fibra que no sabías que necesitaba ser tocada. Cuando  algo publicado por una mujer que no conoces se convierte en espejo, consuelo o impulso.

Eso está pasando aquí. Muchas veces no lo vemos.

Este mes se publicaron textos íntimos, valientes, clarísimos. Algunas escribieron sobre la tristeza, otras sobre la presión de ser perfectas. Algunas hablaron desde el duelo, otras desde la alegría. Pero todas, todas, compartieron algo que va más allá de sí mismas, dejaron una huella.

Ese es el poder de la palabra cuando nace de la experiencia: se vuelve eco en la vida de otras personas.

Tal vez nunca lo sepas, pero lo que tú escribas puede ser justo lo que otra mujer necesita leer. Tal vez tu historia le dé permiso a alguien más de contar la suya. Tal vez tus palabras la ayuden a volver a su centro, a llorar en paz, a tomar una decisión.

Por eso hoy, al cerrar este mes, queremos invitarte a mirar hacia dentro y hacia adelante.

¿Qué necesitas decir antes de que termine julio?

¿Qué historia tuya merece transformarse en eco?

Este espacio es tuyo. Para escribir, para soltar, para dejar huella.

Y si conoces a una mujer que tiene algo que decir, invítala.

Las voces más transformadoras muchas veces están en silencio, esperando un lugar donde ser escuchadas.

Aquí estamos.

Aquí te leemos.

Aquí seguimos haciendo eco.