Crónica de cómo no se "celebra" a la mujer

Originalmente, escribí esto para que fuera publicado en el medio en que trabajo. No quisieron publicarlo, así que me apoyo en mi plataforma, en esa que construimos como mujeres todos los días. 

Como reportera, frecuentemente me invitan a eventos que generalmente son de funcionarios o políticos que quieren dar a conocer sus acciones o que quieren hacer llegar su mensaje a cierto sector de la población.

Por eso no me sorprendió que hace unos días me llegara un mensaje para invitarme a un “Desayuno conmemorativo por el día internacional de la mujer”, lo que me asombró fue que, al pedir detalles, me dijeran que yo iba como invitada, eso sí era una sorpresa.

Aunque la invitación era a las 8:30 de la mañana decidí llegar un poco después, porque generalmente los políticos son tan poco puntuales que hay que esperar al menos una hora para que ellos lleguen.

Así pues, llegué un poco después de las nueve y ya había mucha gente en el lugar. Me atrevo a decir que al menos 200 mujeres ya estaban en el salón de fiestas y acomodadas cada una en su respectiva mesa.

A los medios de comunicación nos acomodaron en una mesa, cercana a donde estaban sentadas las funcionarias de diversas instituciones y a solo una mesa de distancia de la que estaba destinada para el anfitrión y su familia.

Las mesas tenían manteles del color del partido político del anfitrión,  en ellas había un plato, un tenedor y una servilleta por silla alrededor y en ninguna de ellas se podía ver un vaso o taza de café, mucho menos pan  o saleros, nada.

Después de esperar al menos otra media hora, el animador del evento pidió a todas las presentes que se sirvieran el desayuno. ¡Toing! ¿Qué no éramos las festejadas?

Muchas mujeres, la mayoría, se levantaron de su lugar e hicieron fila en alguno de los cuatro puestos en donde había comida, con plato en mano. Y es que la realidad es que el salón de fiestas está en una zona alejada, la mayoría tuvo que madrugar con el fin de llegar puntuales y, por supuesto, no desayunaron nada en casa porque a eso las invitaron.

Mis compañeras de medios y yo decidimos esperar a que las filas fueran menos para poder servirnos el desayuno, mientras podíamos ver cómo llegaban a sus mesas las mujeres con: tortillas en papel estraza, un puñito de huevo, otro poquito de frijoles, unas morusas de queso y un poco de salsa roja o verde.

Aquellas que iban en grupo se distribuían las labores para servir su mesa: una llevaba el jugo, otra más las tazas con café, por allá llegaba otra con dos o tres paquetes de tortillas y después, cada una, llegaba a la mesa con su respectivo plato de comida. ¿Y los meseros? Brillaron por su ausencia. ¿Qué no éramos las festejadas?

Finalmente hizo su aparición aquél que convocó. Cual presidente, hizo un recorrido de cerca de ¡veinte minutos!, por el pasillo central del salón. Muchas mujeres que por fin se habían servido su alimento tuvieron que dejarlo a un lado para saludar primero al anfitrión.

Una vez que terminó su eterno recorrido, el anfitrión, su familia y conexos se sentaron a comer.

No habían terminado aún de poner sus posaderas en la silla, cuando los meseros les sirvieron, personalmente, su plato de comida, les arrimaron sus tazas de café, también un vaso de agua de sabor, tortillas en una cesta, servilletas, cubiertos, todo. ¿Qué no éramos las festejadas?

Así pues, después de esperar cerca de una hora por un desayuno que no llegó, mis compañeras de medios y yo decidimos salir del lugar e ir a desayunar en otro sitio.

Dos colegas se quedaron en la mesa y, después de nuestra salida, les sirvieron el desayuno. ¿No se trataba de “festejar”, honrar y consentir a la mujer? ¿Por qué no lo hicieron con todas?

El evento siguió su curso, el anfitrión dio su mensaje felicitando a todas las mujeres “en su día” y todas las invitadas salieron del salón de fiestas con la satisfacción de haber sido festejadas por un funcionario público federal.

Hay que recordar que el 8 de marzo se proclamó Día Internacional de la Mujer por la lucha de las obreras que, al tener malas condiciones laborales, se levantaron y lucharon por tener respeto y ser tratadas con dignidad.

Lo mismo pido yo, ser tratada con respeto y de una forma digna. El 8 de marzo no se celebra, se conmemora, se hace algo a favor de las mujeres y honrando a todas las que dieron su sangre y su vida para que las mujeres de hoy tengamos libertades que son inherentes a nuestro estado de ser humano pero que nos eran negadas.

Si los partidos políticos quieren honrar esa lucha, deben abrir sus puertas, sin trampas sobre ellas, a mujeres talentosas que tienen el deseo de trabajar por la ciudadanía y que lo han demostrado a través de una trayectoria de trabajo duro.

Las mujeres y las niñas merecemos dejar de ser usadas como público para la política, como relleno de boletines de prensa o como votos potenciales. Merecemos que las “celebraciones” en nuestro honor tengan temas de nuestro interés, que nos pregunten nuestra opinión, sobre todo aquellos a los que hemos elegido para legislar a nuestro favor.

Que el 8 de marzo no sea un día en el que se celebra algo que no se menciona en todo un año de actividades legislativas, dijera un amigo.

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Comentario

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Comentario de Angélica Meza el marzo 15, 2015 a las 6:16pm

yo también me hubiera salido a desayunar con mis amigas y no vuelvo a ir al evento salvo que sea parte de mi trabajo, que al final del día, son ellos/ellas los que necesitan de la prensa para hacer llegar su mensaje. Besos

Comentario de Renata Rodriguez el marzo 10, 2015 a las 3:54pm

..."y todas las festejadas salieron del salón de fiestas con la satisfacción de haber sido festejadas..." Por ahí hay que empezar.  Tenemos muy arraigado por cultura que la labia pesa más que los actos. " Pero si me dice que no hay con qué pagarme mi labor de ama de casa, esposa solícita y todóloga!"... Tsss, pues ni la lucha hace el varón al que le facilitas todo. "Es que tu quehacer es invaluable...", "Es que te admiro tanto (pero jamás lavaré un calzón tuyo, recogeré tus tiraderos o, o, o..." Y a cuenta de algunas dulces palabras que no se sostienen en obras, una se traga el cuento. Acá las festejadas, malcomieron, se atendieron solas... Ah! pero el señor en el pandero les endulzó el oído y ya con eso.  Tu, mi Ross, porque eres una retobada llena de neuronas críticas, pero cuántas congéneres no han pensado nunca que merecen otro trato.  Es para frustrarse y trabajo para rato entre nosotras mismas.  Te mando tamaño besote.

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