Ahí estaba yo, en un cuarto con apenas un halo de luz, se sentía frío y desolador. Era un cuarto de dimensión pequeña con una puerta abierta y un librero de madera vacío. De pronto me di cuenta que había alguien más en ese lugar conmigo, sentí incertidumbre, y en mi cuerpo se detonó esa sensación del estómago vacío cuando vi pasar una sombra.

De inmediato me hice pequeña, me flexioné en cunclillas sobre mis tobillos, justo a un lado del librero. Vi otra vez a la sombra y me dio miedo, mucho miedo!!!

Era una sombra con forma de ser humano, oscura, gélida, sin identidad y deambulaba serena. Y yo me preguntaba ¿qué hace aquí?, ¿qué quiere?, ¿qué busca?, ¿qué tengo que ver yo con ella?, ¿existe alguna relación que nos una en este momento?, ¿por qué estábamos en el mismo lugar ella y yo? Y en esa meditación estaba cuando algo en mí cambió vertiginosamente, y entonces me di cuenta que esa sombra era EL MIEDO. Pero que lío! y solo porque lo viví, ahora comprendo que es posible sentir miedo ante El MIEDO.

Y luego, otro cambio intempestivo me hizo ver con otros ojos, porque de pronto recordé que EL AMOR es la forma primigenia de transformar EL MIEDO. Así lo había leído en muchos libros que a través de la existencia llegaron a mis manos en formas causales y místicas, y justo hasta ese momento comprendí con todo mi ser lo que eso significaba. Y fue tal el impacto de esa verdad, que en un solo movimiento sutil me puse nuevamente de pie.

Sentí mucha fuerza en mis piernas, el pecho expandido, la mirada enfocada, y una confianza memorable. Y entonces me sentí llena de algo cálido que me impulsó a enfrentarme al miedo de una forma creativamente amorosa, y así de un salto impetuoso me fui sobre la sombra y la abracé con mis piernas y mis brazos. Abrazándola con mucha emoción en el corazón, estaba consciente que había dejado de sentir miedo ante el miedo y a él decía que lo amaba dándole de besos. Mi expresión efusiva de amor duró hasta que la sombra se transformó en un alegre arlequín y comenzó a iluminarse de colores, para luego desvanecerse como el humo.

¡Poco tiempo después desperté, lo vivido había sido un sueño!

Las sensaciones de este encuentro entre EL AMOR y EL MIEDO estarán en mi memoria corporal por el resto de mi existencia, y hoy te lo comparto porque a partir de ese sueño he comprobado en la vida cotidiana que si intencionamos nuestras acciones de AMOR, no hay miedo que las haga sucumbir, pues su poder sutil lo hace desvanecerse. Y si hay tantas posibilidades de manifestar AMOR como la imaginación de seres humanos en el mundo, entonces podemos confiar que existen infinitas alternativas disponibles para liberarnos de nuestros más profundos temores.

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