Es la primera vez que escribo desde el 19 de septiembre, el segundo temblor en la misma fecha en 1985, nos sacudió en la Ciudad de México. Algo me sucedió que, lo digo parte en broma, parte con certeza, se me congelaron las neuronas y las ideas. No he podido escribir desde ese día y hoy es el primer día que lo hago.


Es una gran oportunidad y desafío de hacerlo para agradecer todo lo vivido en este 2017. Suena paradójico, pero es más lo que hay que agradecer que lo que no, con todo y las sacudidas -literales- y los momentos poco felices.


Agradezco en primer lugar estar viva. Así, VIVA. El 19 de septiembre tuvimos que dejar el departamento en el que vivíamos.  Finalmente, no tuvo daño estructural, pero quedó inhabitable por los daños y muros que se cayeron. La experiencia de estar ahí  mientras veía cómo se fracturaban las paredes, le salían chipotes a la pared y trataba de guardar a mis tres gatitos, proteger a mi madre de 88 años y a la señora que la ayuda a cocinar que es unos años más joven que ella (78 años) fue indescriptible. No sé si la palabra es fuerte, o es dura, simplemente fue uno de los momentos más aterradores que me ha tocado vivir. Al final, salimos con lo que llevábamos puesto, los gatitos guardados -no me iba a ir dejando a alguno en la casa- y tuvimos a donde llegar.  Tan afortunadas que pudimos aterrizar en una casa en la cual vivimos desde ese día. Pienso en las personas que perdieron la vida en el temblor, sus casas y todo lo que tenían. Al final, resulta que en realidad es muy poco lo que necesitamos para vivir, y aunque suene trillado, lo más importante no lo pierdes aunque pierdas todo lo material.


Agradezco los proyectos en los que he trabajado este año. Me han dado la posibilidad de conocer a personas extraordinarias, dar rienda suelta a la creatividad, aprender, desarrollar la paciencia -esa que tanta falta me hace por momentos y que en este 2017 decidió hacerse presente a como diera lugar- y hacer propuestas con impacto social y en materia de igualdad. Eso si que me emociona.


Agradezco haber aprendido el significado de la resiliencia.  Teóricamente lo he comprendido siempre, pero ahora me ha tocado sentir su significado.  Este año he descubierto que soy resiliente y me ha gustado. Lo agradezco.


Agradezco seguir rodeada de personas y seres a los que amo. Mi familia no humana es un factor de felicidad y amor en mi vida que no puedo describir. Sin maullidos, ronroneos, ladridos y aullidos ya no puedo entender mi vida, igual que sin pelitos en los muebles y la ropa.  Mi pareja es pieza clave de la ecuación, igual que mi familia y amig@s.  A las personas que quiero, ¡cómo las quiero! Es tan rico querer.


Agradezco las pausas de este año. Ha sido un año movido, sin duda, pero también de grandes silencios y pausas.  Han sido como el silencio en la música, que le da sentido a las piezas musicales en su totalidad, enfatiza el compás, en fin, le da sentido a cada sonido. Así los silencios de este 2017, para entender su ritmo, compás, tiempos de espera y sentido. Sobre todo, en un mundo tan lleno de sonidos y de ruido, el silencio es un regalo. He tenido muchos regalos de este tipo a lo largo de estos casi 365 días.


Agradezco tener tanto que agradecer. La mera verdad.



Cuando pienso que la vida empieza a perder su colorido y que sólo hay tonos  grises, me doy cuenta de que cada día está lleno de colores y que hay mucho que agradecer cada 24 horas. Así, día con día, se suman las cosas, momentos, situaciones, realidades que le dan sentido a todo y permiten que las noches y las mañanas encuadren esos espacios. Inclusive, los malos momentos tienen sentido y después de un tiempo resulta que no se ven ni son  tan malos y si muy aleccionadores.
Resumiría este 2017 como una año de inmensos aprendizajes, resiliencia, silencios, dolor, miedo, alegría, agradecimiento y vida.


Gracias 2017. Salí fortalecida de tu recorrido.


Gracias.


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