Dedicado a Bertha Angulo, gran interlocutora en estos tiempos de sordera y gritos.

Escuchar. Callar. Estar en silencio. Tres ideas que resultan no sólo revolucionarias sino desafiantes hoy, en México y en el mundo.

Cuestionan y retan porque nadie quiere escuchar, todas y todos nos sentimos portadores de la verdad y no estamos abiertos ni al diálogo ni al debate.

Leyendo un artículo de Nancy Gibbs sentí un momento de calma en un contexto político  en el que las palabras han adquirido categoría de armas de destrucción masiva y en donde son usadas para dividir, insultar, vejar, humillar, destruir, ofender, maldecir, injuriar, lastimar, desacreditar y odiar. Si, construir y reconstruir el odio. Una y otra vez.

Dice Gibbs que escuchar puede ser un acto valiente en un año de gritos y división.  Cita a  Reinhold Niebuhr de manera oportuna: “Es sabio buscar la verdad en los errores de nuestro oponente y el error en nuestro verdad”.

Más fácil decirlo que hacerlo, pero no imposible y por ello factible.

No sé si escuchando vamos a llegar a un mejor lugar. Lo que si sé es que con la intolerancia y polarización en la que hemos vivido el último año y medio en México y que se ha acrecentado a partir del primero de julio pasado, no vamos a vivir mejor ni como personas ni como país.

La democracia no se construye eliminando al adversario, la dictadura si. No ayudan los insultos del Presidente a sus críticos, pero tampoco las respuestas a ese mismo nivel. Si a partir de las injurias se construyera un mundo mejor, estaríamos en el paraíso. Evidentemente, no estamos viviendo en él.

No es la realidad la que nos está dividiendo. Somos nosotros quienes estamos haciendo que la realidad nos divida. Somos nosotros quienes hemos decidido, por acción o por omisión, que es imposible convivir con quienes no comulgan con nuestra visión del mundo. Nosotros, los otros. Los buenos, los malos. Simplemente no nos escuchamos, no nos queremos escuchar. No señalo a nadie, empiezo por mí.  Escribo esto porque quiero dar un paso hacia la solución y no hacia la profundización del problema, porque no me gusta la persona en la que me estoy convirtiendo ni el país que estamos construyendo entre todas y todos a partir del odio.

No se trata de estar de acuerdo con quienes no lo estamos. Se trata de aprender a escuchar y a hacer el democrático ejercicio de dialogar, discutir ideas, contrapuntear propuestas, debatir soluciones y alternativas, datos, hechos.

Tampoco implica callar ante los atropellos ni dejar de defender las causas o valores en los que uno cree. Escuchar en este contexto es un acto de valentía. Lo cobarde y más sencillo es seguir gritando o bajando el volumen de los micrófonos para no escuchar a quien nos incomoda, disgusta o piensa diferente a uno.

Tal vez podamos descubrir que escuchando aprendemos a dialogar, a argumentar mejor y en una de esas, hasta a construir un mejor país, mejores instituciones, una sociedad civil fuerte, una realidad en la que el respeto no sea la excepción.

Tal vez. Sólo tal vez.

Es una propuesta, una apuesta idealista pero no imposible. Lo único que si sé es que si seguimos apostando por la Ley del Talión, México se convertirá en un país de tuertos.

Por ello propongo, me propongo, que el 2019 sea un año para escuchar y actuar a partir del diálogo, no del odio.

Bienvenido 2019 con una gran dosis de silencio, reflexión y escucha.

Nos vemos el próximo año. Les deseo cosas buenas en él. Un abrazo.

Publicado originalmente en Animal Político, Animatrix, el 31 de diciembre del 2018.

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