Siendo joven tuve claro que en mi caso, la maternidad sería un acto totalmente voluntario, nacido de un profundo y honesto deseo. En diferentes momentos, me pregunté si quería ser madre, si estaba en mí esa necesidad. La respuesta siempre fue la misma: No.

Los “papeles” de mujer casada o de madre, me sentía capaz de representarlos únicamente en el teatro, pero en mi vida real, me costaba muchísimo trabajo imaginarlos. No me provocaban ilusión alegría, ni curiosidad, más bien resistencia y rechazo. Así que decidí explorar otras posibilidades.

Ser consecuente con mi búsqueda hizo que durante muchos años, me enfrentara a constantes cuestionamientos, por parte de mis parejas, familiares, personas conocidas y desconocidos que  se sintieron con la “autoridad” de preguntarme públicamente y en privado, cosas que yo consideraba absolutamente personales.

Por ejemplo, mi ginecólogo. Varias veces, me dijo -¿de veras no vas a querer tener hijos? Piénsalo bien… Luego se arrepienten y es muy difícil cuando ya son más grandes-.  -Está bien- le contesté un día, -voy a tener un hijo, pero usted lo va a mantener ¿qué le parece?-... Jamás me volvió a preguntar.

Dejé de ir a reuniones, fiestas, bodas, bautizos. Odié los momentos en que mi vida sexual y sentimental se convertía en tema de conversación. Odié los consejos que me dieron, mismos que nunca pedí, sobre la experiencia de ser madre, los beneficios de que alguien viera por mí cuando estuviera viejita; recomendaciones  para no quedarme sola, incompleta sin cumplir mi misión en este mundo. Me llegaron a decir que me daría cáncer por no embarazarme.

Ser una mujer que no quiere tener hijos, a los ojos de muchas personas era algo escandaloso, raro, anormal. Me llegué a sentir amenazada. Hubo quienes no se guardaron sus palabras y de frente me dijeron resentida, amargada, egoísta, cobarde, miedosa, enferma.

Yo, me llamé Monstrua por haber optado voluntariamente no ser normal. Fue mi manera de defenderme, de rebelarme ante lo que percibía como una imposición y que no estaba dispuesta a aceptar. Diciéndome Monstrua, me reconocía distinta. Me daba seguridad para seguir firme en mi decisión, aunque hubo dudas, crisis y momentos muy dolorosos.

Una de esas crisis fue cuando “A” y yo, al cabo de más de diez años de noviazgo, decidimos vivir juntos, en el departamento que él estaba pagando. Pasamos dos años bien, pero como cantaba José José… el amor acaba.

Se avecinaba el momento de la ruptura. Él había empezado a salir con alguien más.  Tenía poco que yo había terminado la carrera de actuación. Mi primera temporada como actriz profesional también había terminado, es decir, no tenía trabajo ni dinero. La infidelidad era cada vez más obvia y más dolorosa. Estar en un lugar donde ya no te quieren es una pesadilla, pero fingía no darme cuenta, pues no tenía los medios económicos para irme a vivir a otro sitio. Tampoco quería regresar a casa de mis padres. En esos momentos, regresar significaba haber fracasado. Hace veinte años, no era la mujer que soy ahora. No tenía los recursos emocionales, la formación, los aprendizajes, ni las redes de apoyo que tengo ahora. 

Por un instante pensé en un embarazo para no terminar mi relación con “A”. Afortunadamente, me horroricé de mi idea. Vi como mi Monstrua podía traicionarse a sí misma. Ella, la que había defendido de todas las formas posibles la opción de no ser madre, estaba a punto de caer en su propia trampa, arrastrando a varias personas para “salvar” la relación de pareja y la situación económica.

Tanto miedo me causó mi propia idea que quise salir corriendo de mí. En pocos días, corté con “A” y me fui para siempre de su casa. Mis amigos “D” y “M” me dieron posada varios meses. Después regresé a casa de mis papás. Al principio, me castigué severamente, pensando que había fracasado en todo. Haber terminado mi larga relación con “A” por “alguien más”, no tener trabajo, dinero, ni otro lugar para vivir, me parecía una situación lamentable y vergonzosa.

Mi Monstrua estaba devastada, pero no decepcionada de sí misma. No había engañado a nadie. Pude vivir en carne propia, cómo convertirme en madre, podría haber sido, momentáneamente “una tabla de salvación”,  pero a la larga se habría vuelto una situación desastrosa y sumamente cruel, para mí, para “A”, para su nueva pareja y claro, para un nuevo ser humano que pagaría las consecuencias.

He pensado mucho en cómo la situación económica de las mujeres es determinante para tomar decisiones de este tipo. La presión que se ejerce para cumplir con lo que se espera de ellas es muy fuerte y provoca confusión entre el verdadero deseo y la exigencia social que se nos impone, desde el primer día de nuestras vidas.

Desde hace doce años vivo sola, sin dios, sin patrón, sin marido y sin hijos (parafraseando el lema del periódico “La Voz de la Mujer”). Estoy muy agradecida con mi hermana, con mis padres, con “E” y con  todas las personas que me han apoyado en mis crisis. Agradecida también con mi Monstrua, porque me puso en el camino del desafío social y del autoconocimiento, para construirme gozosamente en la persona que yo quiero ser.

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Comentario de Carmen Trejo Actriz el junio 2, 2020 a las 7:41pm

Querida Claudia, valoro mucho tus palabras y que hayas compartido tu experiencia sobre este tema. No es nada fácil defender nuestros proyectos de vida, cuando éstos están "fuera de lo normal". Casi nadie entiende por qué una no quiere ser madre. En mi caso, por esa razón mucha gente se alejó de mí, o a otras personas, yo las alejé. Lo mejor es que no soy la única Monstrua, somos muchas. Ahora me reconozco rodeada de mujeres dueñas de sus vidas, valientes, plenas y generosas, como tú.  ¡Sigamos siendo rebeldes y desobedientes!

Un abrazo enorme-enorme!!

Comentario de Claudia Calvin Venero el junio 2, 2020 a las 12:33pm

Querida Carmen, no tienes una idea de cómo me conmovieron tus palabras y cómo me identifiqué con ellas. Te entiendo perfectamente, y camino en tus zapatos. Para mi también ha sido un tema en la vida: habrás hecho muchas cosas, pero como mujer no te realizas si no tienes un hijo o hija. Es la realización última. 

Tal vez para muchas mujeres, pero nunca lo fue para mi. Me sentí como bicho rarísimo por no tener ese deseo ferviente de muchas amigas por ser madres. Tal vez alguna vez que me enamoré mucho de alguien hubiera querido que tuviésemos un hijo juntos, con mi ex esposo fue la idea, pero con el paso del tiempo las ganas desaparecieron. Con mi actual pareja pienso que en otra vida tal vez sería lindo haber tenido hijos, pero no es algo que me mueva hasta la médula.  No todas las personas lo entienden. Y me ha llevado tiempo entender que no importa que las y los demás me entiendan: es mi decisión, mi vida. Asumo las consecuencias y el efecto de ello.

Te mando un fuerte abrazo y con mucho cariño. 

Comentario de Mujeres Construyendo el junio 2, 2020 a las 12:12pm

Querida Carmen, gracias por un testimonio tan valiente y tan sentido!!!

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