La violencia contra las mujeres maduras se manifiesta contra su sentimiento, en lo interno; contra su cuerpo en lo físico y contra su actividad en la vida social. En cuanto a lo afectivo, para las mayores, se anuncia la tradicional desvalorización de las mujeres por la cesación de su capacidad reproductora, acompañada de la supuesta disminución de la respuesta erótica femenina.


Los tipos de vejaciones que contempla la violencia de género son variados: abusos, malos tratos físicos, psicológicos, sociales y económicos. Sin embargo, la mayoría de ellos presentan un punto en común: hacen valer la superioridad del hombre sobre la mujer, poniendo de manifiesto una desigualdad de poder, y con ello, la discriminación de la mujer respecto al hombre.


Las cifras oficiales son aterradoras y aún así hay que considerarlas con gran cautela, sobre todo, en las mujeres de mayor edad, ya que un gran número de casos de maltrato no sale de las puertas del hogar. De estos casos, es de los que menos se sabe, ya que existen una serie de factores, entre otros, la educación recibida por este grupo de población que hace que aumente el grado de vulnerabilidad de las propias víctimas a la hora de denunciar.

Este grupo de maltratadas contrajo matrimonio bajo unas premisas en las que las mujeres tenían que obedecer a sus maridos, callar, no protestar y aguantar por el bien de la familia. Además de las dificultades relacionadas con la socialización recibida por las víctimas (sobrevaloran el matrimonio, la familia, no aceptan su fracaso matrimonial, niegan el problema, tienen miedo de afrontar las responsabilidades solas, ...), esas víctimas encuentran numerosas dificultades, tales como: de tipo económico: (son dependientes, no tienen un lugar a dónde ir, carecen de medios económicos o no reciben pensión, ...); de tipo afectivo (sienten pena del agresor, creen que él las quiere, no tienen apoyos suficientes en los familiares y amigos para abandonarlo, ...); dificultades que son consecuencias psicológicas del maltrato recibido (tienen destruida su confianza, su autoestima, no responden, se bloquean, no reaccionan, son incapaces de dar respuesta a las agresiones que están sufriendo, se culpabilizan de la situación, temen que la denuncia no surta efecto, que la sociedad las mire mal, sienten presión y vergüenza por parte de la familia, amigos, ...). Este cúmulo de circunstancias provoca que las mujeres de mayor edad sean las que menos denuncian, las que más aguantan y de las que menos se sabe. A esto hay que añadir que muchas de estas mujeres llevan viviendo en esta situación durante muchos años, lo que les lleva en ocasiones a la normalización de la violencia y a interiorizar el maltrato hasta al punto de no considerarlo como tal.

¿Y tú, qué harías?. Ponte en su lugar y piensa que estás encerrada con alguien con quien llevas viviendo la mayor parte de tu vida, de quien dependes emocional y económicamente, y ese alguien es en en el que has puesto toda tu confianza, tus expectativas personales y sociales, tus esperanzas e ilusiones. Es la persona con quien has decidido compartir tu vida, con la que has elegido tener tus hijos, con la que de cara a la sociedad todo debería ser perfecto, y ese alguien (el maltratador) te falla, y no podemos olvidar que estás solas, aislada, sin ayuda de nadie. Duro ¿Verdad? No es fácil romper con todo en la vida para nadie, pero es más difícil aún, cuando el sentimiento que gobierna tu vida es el miedo.

Los malos tratos a mujeres de mayor edad requieren una respuesta urgente. El cambio de mentalidad basado en la igualdad del hombre y la mujer es fundamental y debe hacerse desde la educación. Es la barrera que debemos atravesar.


Debemos aprender a manifestar públicamente nuestro rechazo a la violencia contra las mujeres, debemos asumir que tenemos la obligación de intervenir prestando una especial atención a las víctimas de violencia de género y en particular a este colectivo especialmente vulnerable por los factores culturales, sociales y económicos en los que han crecido.


Deben ponerse a disposición de las víctimas los recursos y apoyos suficiente: acceso preferente a residencias de mayores o a viviendas de protección oficial, ayudas asistenciales y económicas, así como reforzar las medidas de protección.

La sociedad ha tomado conciencia de que hay que seguir avanzando en lograr la verdadera igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres para erradicar de una vez por todas la violencia contra las mujeres

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