Y brotaron flores de todos colores y de todos olores. Brotaron grandes y chicas, definidas e indefinidas, en la tierra como una explosión del universo, en las masetas y en los macetones. En los árboles y en los arbustos. Y terminó el invierno que exterminó las hojas de los árboles que durante un otoño naranja, rojo, amarillo, intenso como la púrpura había creado la naturaleza.


Y se acabaron los años que comenzaron de una manera llena de incertidumbre para dar paso a un final insospechado. Y llegó la nostalgia.

Y se me acabaron las ideas, se me acabaron las palabras. Se me agotaron las emociones, se terminó la tinta y se me secó el llanto. Y cuando quise volver, encontré un papel vacío dentro de un frasco cristalino.

Y se abrieron paso la incertidumbre, los miedos encontraron tierra fértil, el cuestionamiento se desbordó ante ese hecho consumado, desprenderse de todo para volver a comenzar de nuevo.  Por esa absurda idea de que el pasado obscuro tiene una deuda con el futuro incierto.

Y se iniciaron los planes, las especulaciones, las dudas y los sueños para encontrar un mundo diferente. Volvió la ilusión de conocer gente nueva, gente noble, comprometida. Se formaron fantasías de color celeste en la aventura por venir.


Hace 8 meses se quedó atrás Madagascar y sus claro obscuros. Hace 8 meses que llegué a una ciudad llena de todo. Llena de tanto, que se me va el aliento.


Antananarivo, la ciudad del desconsuelo y sin embargo, la ciudad que me dejó una enorme cantidad de vivencias se va desdibujando de mi mente. Lugar controvertido en donde aprendí la diferencia entre bienestar y riqueza; la diferencia entre pobreza y miseria; aprendí sobre la contradicción entre indiferencia y hacer la diferencia.  Esa ciudad rodeada de tierra roja y llena de gente con semblantes obscuros pero con corazón transparente. Ese país necesitado de todo y poblado de nadie. Sociedad magnánima y arrogante ante la desesperación del hambre y la congoja. Pero lo más importante es que en ese país, aprendí la diferencia de mí misma. País en el que viví y descubrí que hay otra persona dentro de esta piel. País en el que no caben las investiduras de nadie. En donde la cooperación te lleva al corazón de los niños desolados. En donde la amistad es cofradía y no pose. En donde la solidaridad se respira y se vibra a través de la compasión.


Descubrí la diferencia entre vivir y participar. Entre observar y representar. Entendí el significado de los conceptos como: caridad, compasión, heroísmo, implementación, sustentabilidad, desolación, distancia, amor, tierra, alimento, malnutrición, plagas, contagios, frío , esperanza, humildad, altruismo, dedicación, filantropía, magnanimidad, dedicación, vocación. Ellos, todos estos conceptos que pertenecían al montón de palabras que utilizaba sin profundizar en el verdadero valor y significado. ¡Tenía que vivirlo para poder entenderlos!


Y así, sin darme cuenta, en un suspiro de cinco años se transformó mi forma de concebir la vida. Esta maravillosa vida que me da y me sigue regalando momentos que la pluma no puede describir.


Y así transcurrió el verano, dejando atrás lugares, personas, niños, amistades invaluables, compañeros, colegas, almas queridas. Así permanecen detenidos entre las ventanas de la que fue mi casa: los recuerdos irrecuperables, las alegrías y las rías, los logros y las frustraciones cotidianas, los soplos de un suspiro, los largos momentos de consideración y reflexión que quedaron atrapados en los muros y las vallas, en las cornisas de los tragaluces y en las cenizas de la chimenea. El recuerdo de la isla roja rodeada de mar azul turquesa, plomizo, transparente. Ese recuerdo permanecerá conmigo atesorado entre mis alcances y mis realidades.


No le dije adiós a Madagascar, le dije, “hasta siempre” porque siempre estará en mi memoria como referente del desencuentro conmigo misma.


Y así, con el ánimo de continuar blogueando debo cambiar la brújula y el nombre del blog de esta aprendiz de escribidora y dejará de ser “Madagascar no es una caricatura” Ahora debo adaptar el diálogo con quien quiera leerme en el transcurso de mi nueva realidad. Adaptar mis letras y mis palabras a mis nuevos rumbos, a mis nuevos aprendizajes.


Hoy aquí me quedo, escudriñando en mi cabeza cómo seguir describiendo lo maravilloso que es vivir.

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Comentario

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Comentario de Abuela, Abuela el junio 24, 2018 a las 1:42pm

Hola Guadalupe,buenas tardes. Te acabo de leer y de mi corazón y de mi boca, solo sale decirte gracias, gracias por permitirnos compartir tus maravillosas vivencias. Y no eres una aprendiz de escribidora, eres una guía, una maestra que nos lleva de la mano a través de tu florido camino. Saludos y un abrazo.

Comentario de Mujeres Construyendo el mayo 25, 2018 a las 4:10pm

Guadalupe,

¡Qué maravilla leerte de regreso! Los brazos siempre abiertos para ti.

Enorme abrazo y gracias por tus palabras.

MC

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