Durante mucho tiempo nos han hecho creer que envejecer es sinónimo de perder valor. Nos dicen que a partir de cierta edad debemos bajar la voz, ocultar las canas y aceptar que “nuestro momento ya pasó”. Esa narrativa, repetida hasta el cansancio, no es natural: es una construcción cultural que responde a una mirada patriarcal y gerontofóbica. Y esa mirada, la miremos por donde la miremos, ya no nos sirve.
¿Por qué los hombres con canas son admirados como “sabios” o “interesantes”, mientras que a las mujeres se nos etiqueta de “descuidadas” o “viejas”? ¿Por qué los medios celebran la experiencia masculina y esconden los rostros femeninos que se salen del molde de la juventud eterna? La respuesta no está en nuestros cuerpos, sino en un sistema que ha decidido qué cuerpos son visibles y cuáles deben ser borrados.
La edad, entonces, no es biología pura. La edad es cultura. Es un espejo que nos devuelve lo que la sociedad quiere ver y durante siglos nos ha querido invisibles. Pero aquí estamos, levantándonos, reapropiándonos de cada arruga, de cada cana, de cada década vivida como símbolo de fuerza, no de decadencia.
Mujeres de todas partes ya están demostrando que no existen fechas de caducidad para soñar ni para crear. Mujeres que a los 50 emprenden un negocio propio. Mujeres que a los 60 deciden estudiar lo que siempre habían postergado. Mujeres que a los 70 viajan, se enamoran, bailan y ríen con la libertad que solo la experiencia otorga. Ellas son prueba viviente de que la edad no limita, sino potencia.
La pregunta es: ¿qué historia estamos dispuestas a contar sobre nosotras mismas? ¿Seguiremos repitiendo la narrativa que nos impusieron o nos atreveremos a escribir una nueva? Como silver coach y consultora sé que cada pregunta abre un mundo de posibilidades. Aquí hay varias:
¿Qué significa para ti ser una mujer plena en esta etapa de tu vida?
¿Qué parte de la historia sobre la edad quieres cuestionar y reescribir?
¿De qué manera te estás invisibilizando sin darte cuenta?
¿Qué sueños estás lista para rescatar hoy?
Lo personal es político. Hablar de edad y envejecimiento femenino no es solo una cuestión íntima; es un acto de rebeldía cultural. Porque mientras no nos nombremos, mientras no mostremos nuestras historias, mientras no ocupemos el espacio digital, social y cultural que nos corresponde, otros seguirán dictando los guiones que ya no nos representan.
Necesitamos visibilizarnos, apoyarnos y crear comunidad. Necesitamos desafiar al espejo patriarcal que nos quiere medir con estándares imposibles. Necesitamos dejar de competir entre nosotras y comenzar a reconocernos como referentes de nuevas generaciones. La revolución Silver ya empezó y está en nuestras manos mantenerla viva.
Hoy te invito a reflexionar: ¿cuál es tu papel en esta transformación? ¿Te vas a quedar esperando que alguien valide tu camino o te atreverás a caminarlo con decisión? La edad no es un obstáculo; la edad es el mapa de lo vivido, y ese mapa nos da más rutas para llegar a donde queremos.
El futuro no está reservado para las jóvenes de veinte, ni el presente es exclusivo de las que encajan en un molde. El futuro, el presente y la historia también nos pertenecen. Es tiempo de reclamarlo.
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