¿Qué cara le damos al mundo? ¿A qué México nos referimos cuando hablamos del país en el contexto internacional?

Somos el país en el que mueren diariamente 5 mujeres víctimas del feminicidio – 3892 brutalmente asesinadas entre 2013 y 2014- de acuerdo con el Observatorio Nacional Ciudadano contra el Feminicidio; el país del Chapo Guzmán y del Señor de los Cielos; en el que transita La Bestia vulnerando a las y los migrantes cuyo destino y marginación les obliga a transitar por nuestro territorio.

Somos también el país que cuenta con 31 sitios inscritos en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO (4 naturales y 27 culturales), lo que nos deja como el país de América Latina con más reconocimientos en el listado y el 6º a nivel mundial, detrás de Italia, España, China, Francia y Alemania; el país de Sor Juana Inés de la Cruz y de Octavio Paz; de Rafael Cauduro y de Frida Kahlo; el país cuya riqueza en materia de biodiversidad le permite albergar el 10% de las especies del planeta.

Todas estas contradicciones, riqueza, contrastes, paradojas se encuentran incluidas en la palabra “México”.

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Cuando llevamos el concepto “México” al ámbito internacional resulta un desafío de solución incierta definir qué imagen puede venderse y promoverse en el mundo.

La imagen del país parece tener vida propia la mayor parte de las veces y se muestra como un terreno resbaladizo cuando se trata de convertirla en el producto de una política pública.

En este pantanoso espacio muchas veces se han confundido los medios con los fines. Tomadores de decisiones en el gobierno, durante sexenios enteros, han pensado que la construcción de la imagen internacional de México puede promoverse a través de una agencia de publicidad, con logos coloridos (lo que Simon Anholt llama el “Paradigma Crayola”) y videos dignos de un Oscar por su producción.

No hay manera alguna de cubrir con maquillaje comunicacional una realidad que se impone sola: la violencia, la corrupción, las violaciones a los Derechos Humanos, los 43…

Por otro lado, los temas y las áreas en las que participamos y en donde tenemos buenos resultados y hacemos las cosas muy bien “no venden” ni resultan tan “sexys” para las noticias: ser uno de los actores relevantes en los foros multilaterales, ser de los pocos países que han suscrito y ratificado los convenios y acuerdos internacionales en materia de defensa de los derechos de las mujeres (por mencionar un ejemplo); el ingreso reciente de México a las Operaciones de Mantenimiento de la Paz (OMP) de la ONU, entre otros.

El México que hoy tiene que participar en el mundo es el de estas luces y sombras.

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La construcción de la imagen internacional del país no es sólo responsabilidad del gobierno. A golpe de decretos no puede dársele credibilidad, legitimidad y una buena proyección frente a otros países. Es un trabajo que implica la suma de esfuerzos entre los diversos participantes del tejido y andamiaje político, económico, social y cultural mexicano.

Las mexicanas y los mexicanos tenemos que entender que formamos parte de un contexto mayor, y que aunque amemos la redondez de nuestro ombligo, el hacerlo de manera permanente tiene un alto costo político y económico para el país. Nuestra imagen en el mundo debemos verla con la importancia que tiene, como una variable más de la seguridad nacional.

Un gran paso en esta construcción es haber reconocido hace ya algunos años que en temas de política exterior México tiene intereses y no sólo principios. Ya basta de seguir jugando a ser “los chiquitos” del parque, tenemos todo para ser una potencia intermedia y sobre todo, asumirnos como un actor central en el marco de las múltiples pertenencias que nos definen y que, paradójicamente, nos hacen indefinibles: ser norteamericanos, latinoamericanos, iberoamericanos, miembros de la Alianza del Pacífico, de APEC, Observadores de la Organización Mundial de la Francofonía, miembros de la ONU, de la OEA y un largo etcétera.

En el camino hacia esta definición nos quedan muchas preguntas por responder: ¿Qué le aportamos al mundo? ¿Qué le pasaría al mundo si México desapareciera de la faz de la tierra? ¿Qué papel queremos jugar en el contexto internacional: de bisagra, de líderes, de seguidores? ¿Queremos ser vistos con respeto, admiración? ¿Queremos ser temidos, cobijados, considerados?

Se trata de un asunto, que sin la menor duda, nos interesa a muchas personas. La convocatoria que hizo hace algunos días el diputado Barrios Gómez para presentar el Foro Imagen México puso en claro algo: mexicanas y mexicanos de todos los sectores tenemos interés y consideramos necesario hacer algo en este terreno. Demostremos que sabemos sumar voluntades y encontrar espacios comunes, más allá de las filias y las fobias, cuando de hacer algo por México se trata.

Tú, amable lectora, lector, ¿cómo querrías ver a México en el mundo? ¿A qué México te referirías?

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