Desde hace varios años, la Universidad Autónoma de San Luis Potosí ha presumido ser una de las mejores opciones educativas del país, justo en abril de este año el Rector Manuel Fermín Villar Rubio aseveró que la máxima casa de estudios potosina, se había convertido en la tercera mejor del país, según una evaluadora internacional y durante su informe de actividades presumió que 25 edificios se habían rehabilitado y mejoraron para brindar mejor servicio a la población que cuenta con una planta académica de 3 mil 340 maestros y maestras contando con 502 integrantes del sistema nacional de investigadores y 37 de este grupo, están en el nivel más alto. Sin duda, la Universidad Autónoma de San Luis Potosí es un excelente lugar para estudiar, claro, si no existiera una problemática que durante años han deliberadamente ignorado, hasta hoy, que un grupo de valientes alumnas decidieron dejar de callar y exigir justicia.
Esto no es una ocurrencia ni un tema menor. Desde abril del 2016, se hizo público un video en el que una alumna es violentada al transitar por un camino de la Facultad de Ingeniería de la UASLP, en ese entonces, más de 100 diferentes asociaciones, colectivos y grupos de mujeres firmamos un comunicado solicitándole a Villar Rubio su inmediata intervención y exigiendo la creación de protocolos y mecanismos que garantizaran el derecho a una vida libre de violencia de las mujeres integrantes de la comunidad universitaria. La respuesta fue el compromiso de la creación de un protocolo de atención, el cual, como se señaló en su momento, no cumple con los lineamientos necesarios y hasta resulta revictimizante y obsoleto para brindar la atención digna. Durante meses, los medios de comunicación dieron voz a las alumnas víctimas de acoso y hostigamiento sin que la Universidad tomara cartas en el asunto y a decir de algunos reporteros y reporteras, el Rector hasta se molestaba ante los cuestionamientos.
Si algo hace evidente la incongruencia de las instituciones, son este tipo de acciones como las que ocurren en la cotidianidad del Alma Mater de miles de potosinos y potosinas. No puedes sentir orgullo por una institución cuando ésta ha sido omisa y revictimizante ante una problemática que está obligada a atender: La violencia contra las Mujeres. En días pasados, un grupo de alumnas, instalaron un espacio en el cual pedían que quienes habían sido (o seguían siendo) víctimas de algún tipo de violencia por parte de algún maestro o compañero, plasmaran ahí su historia y el nombre del agresor. El impacto fue inmediato. No faltaron las voces que quisieron desestimar esta acción demostrando una vez más, la normalización de la violencia que vivimos las mujeres en todas las esferas de nuestra vida.
Hoy este grupo de mujeres jóvenes y valientes, ha cambiado la historia de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, quien ahora tiene en sus manos demostrar que no sólo sabe impartir clases de las asignaturas correspondientes a cada carrera. Hoy, la Universidad tiene la opción de seguir siendo cómplice por omisión o bien, reivindicarse y demostrar que su amor a la educación va más allá del discurso. De una cosa estoy segura, nunca más volverán a callar las voces de las mujeres y mucho menos, esos violentadores podrán seguir en el anonimato. La deuda con las mujeres es histórica, es obligación de la institución garantizar la seguridad y la dignidad de quienes forman esa comunidad. De nada sirve tener un observatorio de género, de nada sirve organizar conferencias, presentaciones de libros, ponerse lazos color naranja y desgarrarse las vestiduras si no se toman acciones que ofrezcan una solución a la problemática, justicia a las víctimas y garantía de no repetición.
Ojalá yo hubiera tenido el conocimiento y el valor para hacer lo mismo mientras estudiaba en la Escuela de Comunicación. Ahora, sin dudarlo, el miedo está cambiando de lado. Gracias a las jóvenes del Frente Estudiantil de Mujeres Universitarias por su valentía.
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