En estos momento Julión Álvarez debe estarse dando topes en la frente, y no por arrepentirse de sus declaraciones en una entrevista que dio a un comunicador, más bien creo que debe de estar incrédulo de la barbarie de publicaciones, protestas, memes y demás manifestaciones en contra de él como consecuencia del uso que se le dio a la información que emitió.

Yo entiendo su incredulidad, él solo colaboró de buena gana, por mercadotecnia, por negocio, por requisito al ser figura pública y deber su carrera al público. Pero  ya los medios de comunicación no tienen el mismo alcance, ahora son infinitamente mundiales, y la velocidad en que viajan las notas y sus interpretaciones es sorprendente.

Para Julión, como para millones de personas en nuestro país y el mundo, sus opiniones están llenas de naturalidad y justificación. El expuso su sentir, “sus gustos”, la forma en que concibe la familia y sus relaciones de “Amor”. Sin embargo, Para muchas y muchos críticos, sus declaraciones son una punta de lanza que atenta contra la dignidad e integridad de las mujeres.

No es un secreto que los roles de hombres y mujeres están fuertemente estructurados y son heredados de generación en generación desde tiempos ancestrales. Estamos hablando de cultura.

La cultura mexicana es machista, y se refleja en cifras aterradoras de violencia contra las mujeres, feminicidios, bajos salarios, menores oportunidades de desarrollo laboral, social y político para las mujeres; un alto incremento de muertes por enfermedades propias de la mujer, falta de políticas públicas viales y equitativas, entre muchos otros factores que reflejan la violencia estructural que pone en desigual posición a las mujeres en cada uno de los ámbitos de la vida.

En las últimas décadas la lucha por la igualdad de género  ha permeado en avances legislativos que promueven el agravio de este tipo de actos y reconocen en discurso las desigualdades claves que denigran, discriminan y violentan los Derechos humanos fundamentales de las mujeres, y por consecuencia afectan severamente a la sociedad en su conjunto.

Esta visibilidad expuesta, y las acciones afirmativas sustentadas en nuestra legislación mexicana y en políticas públicas claramente poco exitosas, son sin embargo un claro avance en la construcción de un México encaminado a la erradicación de la violencia contra las mujeres.

Pero la violencia que posiciona a nuestro país dentro de los países más violentos, no es culpa de Julión Alvarez, claro que no, tampoco de su esposa que ha aceptado ese rol, y que seguramente también recibe complacencias propias de su esposo. No lo sé, y no es mi intención entrar en la vida privada de nadie.

Más bien mi interés se inserta en el análisis de lo público, porque es desde ahí donde podemos construir estrategias que puedan resolver las problemáticas particulares en cada uno de los ámbitos de lo privado.

Como estudiosa del feminismo y especialista en Políticas públicas, he laborado de cerca en la prevención y atención de la violencia contra las mujeres en mi Estado, diseñando y ejecutando Políticas con perspectiva de género que busquen visibilizar, reeducar y empoderar a las mujeres para que los roles violentos no se sigan desarrollando en sus vidas y sus entornos. También he implementado estrategias de atención diseñadas en la reconstrucción de vidas libres de todo tipo de violencia, del empoderamiento de mujeres en situación de violencia, y de su seguridad.

Desde mi aprendizaje, reconozco que la violencia que vivimos es estructural, y cada persona informada, cada lenguaje encaminado a la inclusión, cada movimiento articulado para prevenir la violencia y erradicarla es sumamente importante.

 

Si bien es cierto que la prevención de la violencia en todas sus fases debe trabajarse desde la reconstrucción de las bases culturales, esto no es algo sencillo y requiere de un trabajo comprometido y articulado que aún muchas instituciones no han accedido a desarrollar, y en muchos de los casos, incluso con leyes locales que exigen dicha articulación y la ejecución de medidas de prevención, atención, sanción y erradicación especializadas.

Tenemos que hacer consciencia y trabajar en la reeducación de mujeres en prevención de la violencia, pero es de suma urgencia construir políticas públicas integrales que contemplen el trabajo en construir nuevas masculinidades, consientes de la desigualdad y comprometidas con la igualdad.

La idea del rol de la mujer en Julión Alvarez no es una idea aislada, tampoco son aisladas la transmisión de mensajes y productos en los diversos medios de comunicación con contenidos violentos que siguen engordando la concepción de las mujeres como sujetos de posesión, como objetos, como personas jerárquicamente menores.

Lo interesante en este asunto es la acción reacción generada desde el activismo, donde las estrategias se han encaminado a visibilizar ciertos comportamientos como violencia. Acciones afirmativas encaminadas a la reeducación.

No obstante a lo anterior, las familias, instituciones base de la sociedad,  seguirán generando hombres y mujeres en desigualdad de oportunidades en tanto se sigan desarrollando como Iceberg en un país en donde más de la mitad de la población vive en extrema pobreza, donde hay pleno desconocimientos de leyes y reglamentos, donde no hay credibilidad en la política y la justicia, donde las políticas públicas se desquebrajan por falta de interés, por corrupción y falta de profesionalización del funcionariado público,  donde las leyes siguen siendo letra muerta. Pero sobre todo, donde cada acción pública se realice sin perspectiva de género transversal que reconozca las diferencias y se enfoque en el desarrollo de la igualdad.

Insisto, debemos girar la vista a lo público, y entonces comprenderemos el porqué de los comportamientos y violencias que surgen en lo privado. Demos pasos fuertes y contundentes reconstruyendo lo público,  extendamos la mano a quienes necesitan impulso de conciencia, sujetemonos la mano de para avanzar fuertes a un cambio transformador a favor de la paz y armonía. Es lo justo!

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